Sin embargo, Vanina simuló mantener la calma mientras decía:
—Yo no lo hice. Compañía Galaxia tiene la intención de trabajar con Compañía Luján y nunca arriesgaría tanto por un pequeño error como este. En cuanto a mí, diez millones es solo el precio de un bolso; no me esforzaría tanto para inhabilitar los cortafuegos de su compañía por tan poco dinero. Ya que me han tendido una trampa, investigaré este asunto lo antes posible y le daré una explicación adecuada, presidente Luján.
Haroldo la miró fijo antes de responder con indiferencia:
—Si ese es el caso, estaré esperando su respuesta, señorita González. —Antes de que ella se fuera, añadió—: Quiero recordarle una cosa más, señorita. Esta no es una buena manera de intentar llamar mi atención.
Después de todo, había conocido a demasiadas mujeres que harían cualquier cosa con tal de acercarse a él. Ante esas palabras, Vanina tensó el rostro.
—No se preocupe, no estoy interesada en alguien importante como usted, presidente. En cuanto al asunto de hoy, lo investigaré lo antes posible y le daré una explicación. —Tras decir eso, salió sin siquiera mirar atrás, sin siquiera preocuparse por la sociedad.
Al irse, se apresuró a volver a Villa Granizo y, al ingresar a su casa, lo primero que vio fue a tres niños sentados en el sofá. Todos estaban vestidos igual y tenían un aspecto ya extraordinario a tan temprana edad; cada uno leía obedientemente sus propios libros. Al ver que su madre había vuelto, los niños la rodearon sonriendo mientras le decían con cariño:
—¡Mami!
Parecían absolutamente inocentes e inofensivos, lo que hizo que se disipara el enojo de Vanina. Esos tres eran sus hijos, quienes habían vivido en su vientre durante nueve meses. Por aquel entonces, en el hospital, había dado a luz a siete bebés, pero Melanie los vendió a diferentes traficantes de personas. Gastando una gran cantidad de dinero y comprando a la enfermera que trabajaba para Melanie pudo conseguir una pista sobre el paradero de sus hijos.
Afortunadamente, los traficantes solo estaban en eso por el dinero, y mientras tuviera suficiente, podría recuperar a sus hijos. Sin embargo, tenía dos hijos más de los que no había podido encontrar ningún rastro hasta ese momento. Durante los últimos cinco años, los había buscado incansablemente, pero, por desgracia, sus esfuerzos no dieron ningún fruto.
Al pensar en la advertencia de Haroldo, Vanina no se dejó cautivar por las adorables sonrisas de los niños y dijo con severidad:
—Los tres, escuchen con atención. Tengo que hacerles una pregunta, y será mejor que sean honestos. —Era la primera vez que se dirigía a ellos de forma tan estricta.
—Responderemos con sinceridad, mami —respondieron en simultáneo, sin cambiar las expresiones.
—¿Qué pasa, mami? —preguntó su hijo mayor, Jaime, quien tomó la iniciativa.
Vanina se puso seria.
—Acerca de Compañía Luján…
—No fuimos nosotros —dijeron al unísono los tres.
Ella ni siquiera había terminado su frase, pero ¿ya lo estaban negando? ¿No estaban demostrando lo contrario? Vanina entrecerró los ojos; estaba enfurecida.
—Mami, ¿qué pasó? —Volvió a hablar Jaime.
—Sí, ¿qué es Compañía Luján? —replicó Juan, su segundo hijo.
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