Entrar Via

Unidos por el destino romance Capítulo 4

—¿Qué dijiste? —preguntó Vanina, sin escuchar sus palabras.

Juan se apresuró a agitar las manos.

—Nop, mami. No dije nada. Creo que tienes razón.

Vanina le dio una palmadita en el hombro a su hijo.

—Te ayudaré a solucionar tu error esta vez, pero no quiero que lo vuelvas a hacer. Además, nadie me intimidó. No vuelvas a inhabilitar sus cortafuegos, ¿sí?

—Está bien —respondieron los tres niños, mintiendo.

Al ver que sus hijos se habían callado, pensó que habían reflexionado; así que sonrió y los abrazó.

—Buenos niños. Aprendí algunas recetas nuevas, así que hoy les prepararé la cena.

Ese último tiempo, había estado preocupada por los asuntos de su empresa, así que hacía tiempo que no les cocinaba la cena.

—¡Guau! —Al instante, los niños miraron con alegría a su madre.

Ante sus miradas expectantes, Vanina se sintió más motivada aún.

—Jaime, vete con tus hermanitos a jugar mientras yo voy a preparar la cena.

—No te preocupes, mami, yo los cuidaré bien —asintió Jaime.

En la sala de juegos, en cuanto Vanina se fue, Jaime se acercó a sus hermanos y dijo en voz baja:

—Ese Demonio debe haber molestado a mamá. Debemos contraatacar.

Los otros dos estuvieron de acuerdo.

—Jaime tiene razón. Si alguien se atreve a molestar a mamá, se lo devolveremos por partida doble.

Al instante, los tres niños se sentaron frente a la computadora y, justo entonces, Vanina entró con tres vasos de jugo. De repente, al ver a sus tres hijos sentados misteriosamente frente a la computadora, tuvo un mal presentimiento.

—¿Qué están haciendo?

Como era de esperar, se sobresaltaron. Joaquín fue quien más rápido se dio vuelta e hizo una mueca.

—Mami, por favor, no te enojes. Solo quería ver dibujos animados.

Sus hermanos se levantaron junto a él y respondieron con seriedad:

—Mami, Joaquín quería ver Tom y Jerry.

Cuando Vanina miró y vio que había dibujos animados en la pantalla, respiró aliviada. Mientras no estuvieran jaqueando los datos de alguien, estaba todo bien.

—¿Por qué me enojaría si están viendo dibujos animados? Les preparé jugo para que puedan beber mientras los miran —dijo tras sonreír.

—Gracias, mami.

Al ver a los tres niños viendo los dibujos con entusiasmo, Vanina pudo relajarse y seguir cocinando. Pronto, la cena estuvo lista, y los tres niños dejaron la computadora y corrieron hacia la mesa del comedor, donde se sentaron uno al lado del otro y devoraron la comida casera de su madre.

La pantalla de la computadora de Haroldo se iluminó de nuevo con tres grandes emojis sonrientes; un claro ejemplo de burla. A continuación, otro texto: «Demonio, esto es una advertencia. No intimides a nuestra mujer, o las cosas no acabarán bien para ti».

«¿Mujer? ¿Cuándo he intimidado a una mujer? Estos días solo me he relacionado con Vanina...». Como si estuviera pensando en algo, Haroldo curvó los labios y tecleó una frase: «Puedo hacer lo que me pides, pero al menos tienes que decirme quién eres, ¿no?».

Cortante, Jaime rechazó: «De ninguna manera».

Haroldo volvió a preguntar: «Entonces, ¿puedes decirme por qué me robaste dinero la última vez?».

Después de pensar para sus adentros «d*sgraciado», Juan le respondió: «Te lo merecías».

«¿Me lo merecía?». Esas tres palabras lo desconcertaron; sin embargo, no le dio importancia y continuó: «Si es así, ¿esta vez es solo una advertencia?».

Joaquín hizo una mueca y escribió: «Hablas demasiado». Después de eso, envió un emoji de una bomba. No quería demorar la hora del postre con los bocadillos que había preparado su madre. Después de ese emoji se escuchó un ruido fuerte, lo que hizo que todos en la oficina saltaran por la sorpresa; era la primera vez que alguno veía a su presidente pasar por un momento tan difícil. Luego, otro mensaje apareció en la pantalla: «Recuerda lo que te dijimos; no intimides a nuestra mujer».

Sin esperar la respuesta de Haroldo, la computadora volvió a la normalidad como si nada hubiera pasado. Incluso cuando trató de rastrearlos de nuevo, no pudo conseguir información.

—¿Cómo va todo por ahí?

En la conversación que había tenido antes, Haroldo había alargado el tiempo a propósito para darle tiempo al Departamento de Tecnología a rastrear información.

—Lo siento, presidente Luján. No pudimos encontrar información sobre ellos. Sin embargo, tenemos claro que su dirección IP es la misma que la última vez; nos lleva a la casa de la presidente González de Compañía Galaxia —respondió nervioso el jefe del departamento.

Haroldo entrecerró los ojos y movía los dedos sobre la mesa. Después de un momento, se levantó y dijo:

—Vamos a Villa Granizo.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Unidos por el destino