Ayer me despreciaste por coja, hoy me deseas por reina romance Capítulo 108

No era un regalo costoso, pero sí tenía algo muy especial.

Tan especial que con solo mirarlo, Beatriz no pudo evitar recordar lo que Rubén le había dicho aquel día.

—Mientras más crecen las raíces, más fuerte se aferran a la tierra. Espero que algún día llegues a ser un árbol que toque el cielo.

—Te esperaré —la voz de Rubén sonaba cálida, serena, como si su alma ya no conociera sobresaltos, igual que un monje que ha dejado atrás todos sus apegos.

...

En la sala principal de Montaña Esmeralda, Sebastián Tamez y los demás jóvenes de la familia apenas podían estarse quietos. Todos se veían inquietos, moviéndose en sus asientos, revisando el celular sin parar como si ahí fueran a encontrar respuestas.

[¿De verdad se casó?]

[¿En serio? ¿No viste cómo habla el tío? No suena a que pueda zafarse fácil de esto, eh.]

[Oigan, pero... ¿con quién se casó ese señor? ¿Por qué nadie en la familia se enteró?]

[¿No habrá traído a una señora mayor? ¿Qué tal que esa mujer no deja que el tío nos dé dinero para gastar?]

Vanesa Tamez mandó un emoji de desesperación:

[¡Noooooo!]

[¡No voy a sobrevivir a esto!]

En medio de ese caos digital, Rubén dejó el celular a un lado y, mirando a los tres que parecían pollitos asustados, les soltó una advertencia:

—En un rato, cuando la vean, recuérdenle que hay que saludar como es debido.

—Tío... —empezó Joaquín Tamez con voz temblorosa—, ¿nos puedes decir de una vez cómo se llama la tía nueva?

—Beatriz.

—¿Y qué le gusta? ¿Podrías contarnos algo para llevarnos mejor con ella? —preguntó Vanesa, intentando sonar simpática.

Rubén la fulminó con la mirada. Vanesa sintió que el corazón se le detenía y agitó las manos, nerviosa:

—¡Olvídalo! ¡No pregunto nada! ¡Ya no pregunto!

¿Beatriz?

Sebastián se quedó pensando en ese nombre, rascándose la cabeza por la confusión.

¿No se llamaba igual que la exesposa de Ismael? Qué cosa tan rara, pensó.

¡Qué mala suerte! ¡De plano, qué mala señal!

[Beatriz... ¿En serio?]

...

En ese momento, desde afuera, la voz de Mario se escuchó clara:

—Señor Tamez, la señora ha llegado.

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