Renata se quedó en silencio un momento, enfrentando la mirada de Celina.
—Cuando hiciste aquel trato conmigo, no fue eso lo que dijiste. ¿Qué pasa, ya te arrepentiste?
Sí. Se había arrepentido.
Celina bajó la mirada, tratando de contener el nudo en la garganta.
—Perdón por haberle fallado.
Renata cerró los ojos con fuerza y suspiró.
—Ya está, si quieres divorciarte, adelante. Te di la oportunidad. No lograste que Emilio se enamorara de ti, así que la familia Arce ya no te debe nada.
El pecho de Celina se apretó, pero forzó una media sonrisa.
—Gracias.
...
Cuando volvió a Villa de la Paz, el destino quiso que justo en la planta baja se encontrara con Abril y su hijo... y con Emilio.
Ambas habían llegado en el mismo carro de Emilio.
Celina se quedó pasmada.
Abril la miró, sorprendida.
—¿Celina? ¿También vives aquí en Villa de la Paz?
Celina, sin pensarlo, buscó la mirada de Emilio. Él, sin embargo, ni siquiera reaccionó. Su actitud, tan tranquila, le dolía más que cualquier otra cosa.
Villa de la Paz era un fraccionamiento de lujo dentro del segundo anillo de Clarosol, propiedad del Grupo Arce. Ese departamento se lo había dado Emilio como “compensación” en su momento. Como estaba cerca del hospital, ella aceptó.
Jamás imaginó que Emilio pondría también a Abril y a su hijo en el mismo lugar.
No cabe duda que ni las apariencias guarda...
—Sí, qué coincidencia —logró decir Celina, controlando su voz y sus emociones. Estaba a punto de seguir de largo cuando Abril la detuvo.
—Celina, escuché que te casaste. ¿Por qué nunca hemos visto a tu esposo?
Celina se quedó helada. ¿Esposo?
Su mirada se deslizó hasta Emilio. Él tenía un aire sombrío en los ojos.
Celina pensó, amarga, que así de fuerte era su miedo a que Abril supiera lo de ellos.
Respondió con frialdad:
—No tengo esposo.
En los ojos de Emilio pasó una sombra.
—¿No tienes esposo? Pero según el registro del hospital, decía que estabas casada —insistió Abril, todavía con una sonrisa.
Casada... Sí, en la ficha del hospital Celina había puesto “casada”, pero nadie jamás había visto a su supuesto marido.
Celina se burló de sí misma.
—Eso lo puse solo por poner. No tengo esposo.
¿No tiene esposo?
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