Leandro inhaló el cigarrillo otra vez y preguntó indiferente:
—¿Cuánto cuesta reservar todo el restaurante?
—Muy bien, ¡le diré! Reservar todo el restaurante cuesta al menos cinco millones. ¿Usted puede pagar esa cantidad?
—Ja, ja, ja… —Los meseros se rieron a carcajadas cuando vieron la mirada de asombro de Leandro.
Él, mientras tanto, terminó de fumar y botó la colilla del cigarrillo.
—Entonces, ¿ese es el precio para reservar todo el restaurante? ¿Solo cinco millones? —dijo Leandro con una sonrisa sarcástica. «Cinco millones no es nada para mí».
—¡No pretenda ser un ricachón si usted es un don nadie! —dijo uno de los meseros con desdén—. ¡Mire ese cigarrillo barato que está fumando! ¡No puede ni siquiera comprar algo mejor que esos pésimos y asquerosos paquetes de diez cigarrillos!
Cuando Leandro estaba a punto de sacar su billetera para dejar el dinero de depósito, oyó una voz aguda detrás de él.
—¿Quién está tratando de hacer un escándalo aquí en el Centro Comercial de Colina del Norte? ¿Déjenme ver quién diablos es?
Leandro percibió unas sombras detrás de él. La voz provenía de un joven vestido de Versace que llevaba un Rolex Submariner en su muñeca. Hasta sus zapatos personalizados eran importados. Todo lo que traía puesto costaba más que los ahorros de una persona común.
El joven se llamaba Guido Juárez y era el hijo del dueño del restaurante. Guido estudiaba en la universidad de Abigail, pero era de un año superior. Comparado con Yannier, Guido provenía de una familia mucho más adinerada y poderosa. Eso se podía determinar con facilidad por la forma en que se vestía y por su carisma. Él era un casanova conocido por sus aventuras con diferentes mujeres y su última conquista era una celebridad de internet.
»¿Eh? Abigail, ¿qué te trae por aquí? —Los ojos de Guido destellaron cuando vio a Abigail parada detrás de Leandro.
—¡Hola, Guido! ¡Vine a hacer una reservación! —dijo Abigail nerviosa.
Muchas veces Guido había tratado de llamar la atención de Abigail vestido con la moda más extravagante.
Guido se sintió frustrado al ver la muestra de cariño de Abigail. ¡Se estaba volviendo loco de la rabia! «Entonces, ¿ahora Abigail tiene novio? ¿Qué la hizo fijarse en este hombre tan feo? ¿Acaso no parece un mendigo?».
—Abigail, ¿estás bromeando? —Guido contuvo su rabia y fingió una sonrisa—. ¿Por qué necesitas buscar a un mendigo para que se haga pasar por tu novio? ¿Estás haciendo esto para evitarme?
—¿Por qué tendría que mentirte, Guido? —preguntó Abigail—. Nosotros dormimos en el mismo lugar anoche, ¿verdad?
Leandro asintió, pues era verdad que ellos se habían quedado en la misma casa la noche anterior. Lo que él no sabía era que interpretarían eso de otra forma; era como si hubieran dicho que habían dormido juntos en la misma cama.
—Abigail, ¡estoy muy decepcionado de ti! —gritó Guido muy furioso—. ¿Cómo pudiste caer en su labia? ¡Me duele saber que eres una mujer tan fácil y repugnante que se acuesta con mendigos como él!
Sus palabras suscitaron una mirada dura y fría de parte de Leandro.
—¿Qué acabas de decir? ¡Dilo otra vez! «¿Cómo te atreves a insultar a la prima de mi amada esposa? ¿Quieres morir?».

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