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¿Cómo conocí a mi sugar daddy? romance Capítulo 7

— Encantada Noelia — La mujer tenía algo de acento francés también, pero no tan marcado como él, le dedicó una sonrisa sincera a la chica que le abrió la puerta — Por cierto, lo que me pidió.

— Perfecto, llévanos al centro comercial más cercano, al campus universitario de la universidad de derecho.

Marius esperó a que la chica subiera al coche para después subir tras ella y fue cuando Brigitte cerró la puerta, luego dio la vuelta para volver al asiento del conductor y arrancar en dirección a su destino.

— Me tomé el atrevimiento de traer un regalo para ti.— sonrió malicioso y subió la ventanilla que comunicaba el asiento del conductor con la parte de atrás de la limusina para tener más intimidad — aunque tu regalo se convertirá en tu castigo.—Tras eso le dio el paquete envuelto en un bonito papel de regalo y espero a la reacción de la chica.

— ¿Un regalo para mí? — mencionó tratando evitar que notará la emoción en su voz, sobre todo tras escuchar lo último que había dicho sobre que se convertiría en un castigo para ella.— Haré lo que quieras, pero vayamos a otro lugar, si quieres al club ese que has mencionado. Pero no necesito una guardaespaldas, ni mucho menos una chófer — empezaba a darle dolor de cabeza ante tantos cambios, todo empezaba a ser tan irreal para ella que lo único que deseaba de ese hombre era que la cobijara entre sus brazos y la mantuviera así de esa manera hasta que despertara, pero eso no pasaría, ni siquiera se había dignado a besarla todavía y ella no dejaba de recordar el beso que compartieron el día que se conocieron por primera vez.

— ¿Yo cuido de ti, recuerdas? — la observó un instante percatándose de lo hermosa que era, una belleza de la que la joven ni siquiera parecía estar enterada, negó levemente y decidió complacerla, así que apretó un botón que activaba el micrófono de la parte trasera— Brigitte llévanos al club.

— A la orden jefe— se escuchó por el altavoz, luego Marius cerró la comunicación de nuevo y atrajo a la joven a sus brazos habiendo que terminara sentada sobre él, agradecía fuera tan manejable.

— Aunque te dije que no me gusta que me llamen Daddy si espero que te portes como una sugar baby y eso significa que quiero que seas cariñosa, complaciente y sobre todo...— deslizó los labios por su cuello hasta llegar a su oído y susurró — caliente.

Ella se relajó cuando escuchó el cambio de planes y de dirección, estaba nerviosa, sí que lo estaba, pero también curiosa por lo que ese hombre esperaba de ella.

— Precisamente por eso, para que seas caliente es que quiero que descubras el placer que puede darte tu cuerpo.—Esperaba verla abochornada, esperaba que la chica bajara la mirada y todo fuera mucho más difícil, pero su reacción le sorprendió y se quedó petrificado al tenerla frente a él abierta de piernas y pidiendo que se las pusiera, jamás en su vida recordaba haberse quedado quieto mientras una mujer le abría las piernas de ese modo.

Respiró, centrándose por un momento, porque lo que realmente le apetecía era follarla y dejarse de contemplaciones. Se dejó caer al suelo de la limusina, entre las piernas de la chica, para acariciarle la parte interna de los muslos, descubriendo esa piel tan suave que no pudo evitar besar, pretendía mojar esas bragas que llevaba puestas antes de quitárselas porque pensaba quedárselas como recuerdo, como su botín, el botín del coño virgen que sería suyo por un muy merecido y alto precio.

— Niña descarada…—Murmuró contra su piel, mordisqueando con suavidad esa zona hasta casi llegar a su ingle para luego pasar la lengua por la parte interna de su otro muslo.

— Voy a enseñarte muchas cosas… —Aseguró desde allí y sus ojos grises se habían oscurecido tanto a causa del placer que parecían mercurio líquido.

Sacó la bala vibratoria del bolsillo que tenían las otras braguitas y lo acomodó sobre el clítoris de la chica, pero a través de la tela mientras segura dándole besos y lamidas a esa zona tan sensible de la piel, despertándola, grabándose en la memoria cada una de sus reacciones.

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