— Marius...
Noelia dijo el nombre del francés en un susurro al verlo arrodillarse frente a ella, jamás creyó desear ver a un hombre así arrodillado entre sus piernas, sobre todo cuando hacía un poco menos de un mes que criticaba la película más popular de Netflix, donde la protagonista disfrutaba de despertar con la cabeza de su amante entre sus piernas, pero ahora que ella era esa protagonista y que Marius la tocaba haciéndola gemir, era diferente, en ese instante debía tragarse sus palabras.
Relajó su cuerpo, disfrutando de su toque, eso sí, trataba de no cerrar los ojos, de no perder detalle, sobre todo, descubrió algo que le encantó y fue ver las pupilas de Marius pasar de un gris pálido a convertirse en mercurio líquido y era por ella, porque lo excitaba jamás se había descubierto excitando a un hombre de ese modo, pero mucho menos deseando ver lo que veía reflejada en la expresión aristocrática de su benefactor.
— Si por favor... Enséñame — gimió, con descaro, recordándose que no importaba lo bien que la tratara, su relación era solo sexual, algo comercial que terminaría tras los quince días, así que lo mejor que podía hacer era disfrutar de aquello sin enamorarse.
Aun así, no pudo evitar que su corazón se acelerará, al bajar la mirada y encontrar aquellos ojos llenos de deseo.
Marius se encontró las braguitas húmedas de su Sugar baby y quiso mancharlas más, tendría la primera corrida que le diera guardada como recuerdo y ni siquiera la tocaría directamente.
Metió la mano en el interior de sus braguitas para luego apartar sus pliegues con los dedos y dejar la bala vibradora alojada contra su clítoris.
— Déjate llevar...
Se levantó para dejarse caer a su lado y acariciarle el rostro con suavidad, mientras le hablaba muy cerca, tanto que casi podía rozarle los labios al hablar y sin duda podía consumir su dulce aliento en cada respiración.
— Deja que el placer te recorra.—Acarició su escote y metió delicadamente la mano en él acariciando la suave piel de su seno derecho y al encontrar el pezón lo apretó con fuerza entre los dedos ¿Qué tal soportaría el dolor esa chica?
— Marius…— ella soltó un pequeño grito con el nombre del hombre en el momento que notó la presión del pellizco en el pezón, la sensación fue molesta, sobre todo porque lo estaba disfrutando por culpa de aquellas vibraciones entre sus piernas.
— Intenta disfrutar del dolor y convertirlo también en placer…— ordenó él con ese sensual y seductor acento francés antes de liberar su otro seno y llevárselo a la boca mientras el vibrador incrementaba su velocidad paulatinamente, volviéndose cada vez era más potente.— No te contengas…
Noelia jamás llegó a imaginar que viviría una experiencia como la que estaba experimentando en ese momento. A pesar del aire acondicionado en el interior del auto, su cuerpo se estaba perlando de una fina capa de humedad.
— ¿Cómo... Cómo es posible? — preguntó la joven tras experimentar más placer del que hubiera imaginado, más por la forma que lo que fuera que estaba usando en su intimidad incrementaba las vibraciones justo en el botoncito en medio de sus piernas y que la hacía retorcerse bajo su cuerpo, y desear más de su toque, de esa boca húmeda estimulando uno de sus senos incluso el dolor y la presión en su otro pezón, le era tan complicado no dejarse llevar mientras liberaba los senos de la chica y los probó, primero uno y luego el otro, saboreándolos, pellizcándolos, mordiendo y succionando su piel estimulado por sus gemidos — Yo... Yo…
Ella no dijo nada, además no creía encontrar nada coherente que decir, estaba visiblemente sonrojada, lo observó quitarle las bragas y guardarlas. Entreabrió sus labios para reclamar lo dicho por él, con respecto a sus bragas más calló de nuevo cerrando los ojos, necesitaba tranquilizarse.
Agradeció que él se tomará el tiempo también de tapar sus senos y acomodar el escote de la blusa que llevaba ese día y lo dejó ponerle las nuevas bragas, aunque estás tenían algo que las suyas no tenían, era consciente de que él podía encenderlas en cualquier momento, aun así agradeció tener unas secas.
— Lista. Vamos...
Hacía ya unos minutos que la limusina había parado, pero la chofer ya sabía que jamás debía interrumpir a su jefe cuando estaba con una de las chicas y sobre todo cuando cerraba la ventanilla que comunicaba la parte trasera con la delantera.
Marius abrió la puerta y luego le tendió la mano a la joven para ayudarla a salir.
Noelia todavía temblaba a causa de lo vivido, por lo que se sujetó fuertemente al brazo de Marius una vez salieron del auto y él la ayudó a bajar.
—Ahora tú y yo vamos a almorzar y tener un rato para hablar lejos de todas esas formalidades, me apetece mucho conocerte mejor.—Explicó ofreciéndole el brazo para caminar juntos hasta el restaurante del club, donde el metre no tardó en acercarse a ellos.

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