—Sé que te prometí llevarte de compras para que tuvieras cualquier cosa que necesites, pero hoy soy yo quien necesita más de ti — Aseguró Marius una vez llegaron a su apartamento, un enorme ático en el centro mismo del Upper East Side, uno de los barrios más exclusivos de Nueva York— Hueles tan bien — se posicionó a la espalda de Noelia y la abrazó por detrás dejando que sintiera el calor de su cercanía, mientras besaba delicadamente su cuello y se embriagaba con el aroma de la chica.
Por fin estaban a solas y en su casa. Llevó una mano a su rostro y le tapó los ojos para que no pudiera ver absolutamente nada hasta que él así lo quisiera, quería maravillarse con su expresión, tal y como se había maravillado hasta el momento con cada una de las reacciones de esa jovencita que tenía entre sus brazos.
—Está bien, dónde quieras ir, yo iré contigo, esa es mi obligación —Ella se dejó cubrir los ojos, ese hombre tenía un extraño poder sobre su persona que la hacía desear complacerlo en casi todo lo que le pedía. Escuchaba atenta cada una de sus palabras, dejándose guiar por él a dónde quiera que la estaba llevando a paso lento pero firme.
— Cuando veas este lugar no vas a querer marcharte jamás.— le susurró con la voz visiblemente afectada por la excitación de tenerla tan cerca, dejando suaves besos en la sensible piel tras su oreja que no podía dejar de besar, aquella joven le provocaba demasiadas cosas — ¿Lista?—Preguntó sacando las manos de su rostro y mostrándole el canal de agua que atravesaba todo el salón e iba de la piscina de una de las terrazas a la otra y por el que se podía ir perfectamente, y a su vez, formaba una piscina Interior que refrescaba todo el lugar.
Ella no dijo nada sobre no querer marcharse, no importaba lo linda que fuera la vivienda, no soñaría con seguir en un lugar donde tendría que marchar algún día, tal vez por eso odiaba que su madre perdiera la casa donde vivían, al menos ella podría marcharse un día y volver ahí, estaba segura de que su madre siempre la recibiría con los brazos abiertos.
— Este es el salón principal— explicaba mientras la iba desnudando poco a poco ante sus ojos, dejando caer la ropa al suelo hasta que la tuvo solo con aquellas braguitas vibradoras que él le había puesto antes.
Sentir como él la iba despojando de su ropa mientras observaba todo a su alrededor, hizo a la chica estremecerse de placer y de incertidumbre, por lo que pudiera pasar entre ellos, sentía su piel erizarse y como la humedad entre sus piernas crecía de nuevo por la expectativa de lo que podía suceder.
¿Tomaría ya esa noche su virginidad?
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