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Cómo Deshacerse de una Familia en 10 Lecciones romance Capítulo 11

Todos decían que a él ya no le quedaba mucho tiempo, que su enfermedad era tan grave que no pasaría del mes. Sin embargo, ella lo soltó como si nada, y aun así, sus palabras le sacudieron el alma.

El hombre tragó saliva, asintió con la cabeza y dijo:

—Quédate tranquila aquí. Si necesitas algo, díselo directo al mayordomo. Ellos se encargarán de cumplir con cualquier cosa que pidas.

Adrián habló en tono decidido y salió del cuarto a paso firme.

Mariana lo vio alejarse, con la mirada encendida por una chispa de asombro.

En el fondo, pensaba que después de lo que acababa de decir y la lista que le había pasado, ese hombre iba a cuestionarla, que seguro le haría mil preguntas. Pero ni abrió la boca, simplemente le creyó sin reservas.

Eso le dejó claro algo: ese hombre tenía una fuerza interior enorme. No se dejaba llevar por las emociones, se le notaba la madurez y la calma, muy distinto a los hijos mimados de otras familias poderosas. Pero eso también quería decir que era alguien con una mente profunda, difícil de leer.

En realidad, Mariana no tenía ningún recuerdo de Adrián. En su vida anterior, ella había muerto antes de llegar a casarse por mandato de su familia. Solo sabía que los Ríos tenían tanto dinero que ni sabían qué hacer con él, que eran la familia más poderosa de Clarosol, pero que Adrián estaba gravemente enfermo…

Si después murió o no, nunca lo supo.

Con ese pensamiento, Mariana apartó la mirada y se dejó caer en la cama, dejando que el colchón la abrazara.

—Ding—

El celular empezó a vibrar sin descanso. Decenas de mensajes seguían llegando, todos de la familia Salinas.

Algunos la acusaban de hacer enojar a Carolina, de haber vaciado la casa llevándose hasta el último regalo de compromiso.

Otros la insultaban por haber hecho llorar a Matilde, y le echaban en cara que la pobre estuvo a punto de quitarse la vida por su culpa.

Mariana ni pestañeó. Sus emociones murieron junto con ella en su vida pasada. Ya nada de eso le afectaba.

Pero esos mensajes le recordaban algo importante: no bastaba con alejarse, tenía que cortar de raíz cualquier lazo con ellos.

Marcó enseguida el número de su asistente y preguntó:

La verdad era mucho más cruel: lo que querían era empujarla a la muerte. Si ella desaparecía, Matilde se quedaría con el dinero.

—Así que desde que regresé a los Salinas, nunca pensaron dejarme salir viva de ahí—, masculló Mariana, con la voz seca.

Decir que no le dolía sería mentir. Al fin y al cabo, la estaban usando sus propios padres.

Pero, por más que le daba vueltas, no lo entendía. Ella era la hija biológica, la que ellos mismos habían buscado y traído de vuelta. ¿Por qué le hicieron firmar esos contratos? ¿Solo por el dinero del seguro?

Queriendo despejar sus dudas, abrió el último archivo. Era el contrato con Entretenimiento Salinas. Ahí decía que su acuerdo terminaba en quince días, pero si quería romperlo antes, tendría que pagar mil millones de pesos.

—¡No manches!— Mariana saltó de la cama, soltando la grosería sin poder contenerse. No sabía si enojarse más con los Salinas por su cinismo o con ella misma por haber sido tan ingenua en su vida pasada.

Antes de que pudiera desahogarse en voz alta, sonó de nuevo el celular. Era su asistente.

—La empresa te consiguió un programa de televisión. Tienes que ir mañana. Cuando regreses, tu contrato ya habrá terminado.

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