Cómo Deshacerse de una Familia en 10 Lecciones romance Capítulo 14

—De esta manera, la familia Salinas no queda mal con la familia Ríos y, si el matrimonio arreglado funciona, entonces los Salinas logran colarse en la familia Ríos. Incluso podrían aprovechar para pedirles algo, hasta podrían conseguir que ustedes les tiendan la mano.

—Pero si el matrimonio falla y la muchacha que no lleva el apellido Salinas muere, a fin de cuentas nadie sabría que era hija legítima de los Salinas. Así que a ellos no les afecta y ustedes tampoco podrían reclamarles. ¡Vaya que supieron jugar sus cartas!

Aunque ya estaba acostumbrado a todas las cosas turbias de las familias poderosas, esto todavía lograba dejarme boquiabierto.

—Por eso se llevó todos los regalos de compromiso —la voz de Adrián sonó rasposa y grave.

Esa sola frase bastó para que los otros dos en la sala se quedaran aún más sorprendidos.

—Benito —Adrián tamborileó con los dedos sobre el sofá, con una expresión tan difícil de descifrar que a Benito se le puso la piel de gallina y una sombra de mal augurio le cruzó la mente.

—¿Qué necesita, señor Ríos? —preguntó Benito, rápido y atento.

Había trabajado quince años al lado de Adrián, conocía sus hábitos al derecho y al revés. Solo con ver su mirada, ya sabía que venía alguna orden.

Adrián, a sus veintiocho años, era la cabeza del Grupo Ríos y su fama imponía respeto. En el mundo de los negocios nadie se atrevía a enfrentarlo, pero lo cierto es que la política y el ejército eran el verdadero terreno de los Ríos.

—La familia Salinas, en su momento, tuvo una relación cordial con mi abuelo. Y ahora, aunque mi abuelo insiste en ese matrimonio, resulta que la muchacha que mandaron ni siquiera se apellida Salinas. Eso significa que a la familia Salinas le da igual lo que piense la familia Ríos.

—Diles esto: si la familia Salinas ya no valora la promesa que hicieron, entonces la relación entre las familias Salinas y Ríos se da por terminada —aventó Adrián, con voz profunda.

La frase dejó a Benito y Herminio mirándose, intercambiando una mirada cómplice.

Herminio apretó los puños, y en su cara traviesa se notaban las ganas de saber más del chisme.

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