Cómo Deshacerse de una Familia en 10 Lecciones romance Capítulo 5

Después de su muerte, su alma vagó sin rumbo, incapaz de encontrar descanso, hasta que finalmente la forzaron a regresar.

Al pensar en eso, Mariana apretó los puños con fuerza, sintiendo cómo la tensión recorría todo su cuerpo.

Media hora después, el lujoso carro se detuvo frente a una casona antigua con patio central. El aire estaba impregnado de un silencio denso, como si el tiempo se hubiera detenido en ese lugar.

—Señorita, el joven está arriba. Por favor, sígame —dijo el mayordomo, haciendo un gesto cortés que la invitaba a pasar.

Mariana asintió y cruzó sola la entrada. La mansión, con ese aire a historia y secretos guardados, la envolvía en una atmósfera pesada. Caminó despacio, observando los muebles y las piezas antiguas que decoraban la sala principal, todo parecía sacado de otra época.

Miró a su alrededor, respiró hondo y subió las escaleras con paso decidido.

Apenas cruzó el umbral del segundo piso, vio una silueta alta recortada contra la luz del sol que entraba por la ventana. El hombre le daba la espalda, envuelto en una luz dorada que ocultaba sus facciones, pero su presencia se sentía casi abrumadora.

—¿Tú eres Adrián Ríos? —preguntó Mariana, bajando la voz, con un tono que mezclaba curiosidad y cautela.

Al escucharla, el hombre se giró despacio. Sus ojos oscuros la miraron de una forma cortante, sin un rastro de calidez. Después de unos segundos, apartó la mirada como si hablara con alguien que no le importaba lo más mínimo. Sin embargo, le dio un pequeño asentimiento, apenas un gesto de cortesía, aunque su sola presencia imponía tanto que Mariana sintió la presión en el pecho.

Él la observó de arriba abajo, deteniéndose en el rostro sereno de Mariana, como si la estuviera evaluando.

—El matrimonio fue solo un capricho de mi abuelo. No tienes que preocuparte por eso. No vamos a firmar ningún papel, ni habrá boda. Cuando yo muera, podrás marcharte —soltó Adrián con una voz grave, áspera, que llenó el espacio con un eco amargo.

Las palabras de Adrián tomaron por sorpresa a Mariana. No esperaba una bienvenida tan directa ni mucho menos esa declaración tan tajante.

En el fondo, Mariana no sabía casi nada de Adrián. Antes de casarse con él en su vida pasada, ella ya había muerto, así que nunca llegó a conocerlo en persona.

Solo sabía que este año él tenía veintiocho años y era el líder de la familia Ríos. Sufría una enfermedad grave, incurable, y todo lo demás era un misterio. Ni siquiera los medios podían obtener información sobre él. Desde fuera, era como un fantasma poderoso, alguien que miraba al mundo desde lo alto sin dejarse ver.

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