—Hermana, ¿cómo puedes hacerle esto a mamá? Si te llevas las cosas, ¿qué va a pensar la familia Ríos de nosotros? —Matilde mordía sus labios mientras hablaba con esa vocecita dulce que usaba cuando quería salirse con la suya.
Aunque su tono parecía suave, sus dedos se clavaban con fuerza en la palma, luchando por no explotar de rabia.-
—¿Y tú qué te crees? ¿Solo porque eres la hija adoptiva ya te sientes con derecho de reclamarme? Y además, ¿qué me importa a mí lo que piense la familia Ríos de ustedes? —Mariana soltó una risa burlona.
Con una mano, apretó la mandíbula de Matilde y se acercó tanto que casi podía sentir su aliento.
—¿Te da envidia, verdad? Eres una hipócrita —susurró con desprecio.
La acusación dejó a Matilde sin palabras. Los ojos se le abrieron de par en par, y aunque quería responder con todo su enojo, el hecho de que había extraños presentes la hizo contenerse. Solo pudo apretar los puños y golpear el suelo con el pie.
—Tú… tú… tú… —balbuceó, el pecho subiendo y bajando del coraje.
—Mariana, ¿otra vez quieres hacerle algo a Mati? —Valeriano se acercó rápido y jaló a Matilde hacia atrás, poniéndose entre ellas.
Mariana esbozó una sonrisa indescifrable, arqueó la ceja y, sin decir más, dio media vuelta con paso firme. Al salir del cuarto, aventó la llave al suelo con un golpe seco.
—Sí la estoy molestando, ¿y qué? Si quieren, que ella se case entonces —se volteó solo un segundo, y su coleta se agitó en el aire mientras los miraba con desprecio.
Esa frase dejó a toda la familia Salinas temblando, tragándose el coraje porque no se atrevían a rebatirle.
Solo pudieron mirar, impotentes, cómo los guardias se llevaban uno a uno los regalos de compromiso que la familia Ríos había traído. Todo ese dinero, joyas y cajas de regalos desaparecían frente a sus narices.
—¡¿Cómo se atreve?! ¡¿Cómo se atreve?! —Carolina, la madre, apenas podía mantenerse en pie, viendo cómo se esfumaba una fortuna de más de cien millones en regalos. Quería salir corriendo, pero Matilde la sujetó del brazo con fuerza.
—Mamá, mi hermana solo está enojada. Cuando se le pase, seguro que trae todo de regreso —balbuceó Matilde, desesperada.
Al escuchar a Mariana decir “Si quieren, que ella se case”, Matilde sintió un escalofrío.
Todo el pueblo de Clarosol sabía que el heredero de la familia Ríos estaba al borde de la muerte. Hasta el hospital ya había avisado que le quedaban menos de un mes de vida, que prepararan sus cosas para el funeral.
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