C11- ¿TU ERES MI PAPÁ?
Kate subió las escaleras del edificio con el corazón acelerado. No sabía por qué… pero algo no estaba bien.
La llamada de Aisling fue corta. Demasiado corta. Y su voz sonaba extraña.
Cuando entró al departamento, la encontró sentada en el sofá con Oliver en brazos. Su hijo tenía la cara hundida en el pecho de su amiga, y Aisling le acariciaba el cabello con una paciencia dolorosa.
El cuerpo de Kate se tensó al instante. Cerró la puerta de golpe y fue directo hacia él.
—¿Qué pasa, mi amor? —preguntó en voz baja, hincándose junto al sofá.
Oliver levantó la mirada, tenía los ojitos rojos, húmedos, y el rostro manchado por las lágrimas.
Sin decir una palabra, se soltó de Aisling y corrió a los brazos de su madre, escondiendo la cara en su pecho.
—Cariño, ¿qué pasa? No me asustes —susurró Kate, abrazándolo con fuerza.
Aisling se levantó, le dio una mirada complicada… y se retiró hacia la cocina.
—Voy a terminar la cena —dijo sin voltear—. Es bueno que lo escuches, Kate…
Ella se quedó en silencio unos segundos, mirando cómo su amiga desaparecía por el pasillo. Luego bajó la mirada a su hijo.
—Oliver…
El pequeño se limpió la nariz con la manga y se quedó callado un rato, como si las palabras le dolieran más que el silencio.
—Hoy en la escuela… —empezó a decir—, hicimos dibujos de nuestras familias.
Kate sintió una punzada y trató de sonreír, de fingir que no le dolía.
—¿Y qué dibujaste tú?
Oliver se encogió.
—A ti y a mí.
—Eso está bien, amor.
Él la miró. Con esos ojos iguales a los de Grayson.
Grandes, azules, pero tristes.
—No. Porque los demás niños tenían un papá. Yo no. Una niña me preguntó cómo se llamaba el mío… y no supe qué decirle.
Kate tragó saliva, sintiendo cómo se le rompía algo en el pecho.
—Yo… yo quiero tener un papá —murmuró Oliver, y rompió a llorar de nuevo, abrazándola con fuerza—. ¿Por qué yo no tengo uno? ¿Por qué?
Ella lo sostuvo sin decir palabra, pero con el corazón hecho trizas. Y de pronto, apareció su rostro: Grayson.
Frío, elegante y con Sienna del brazo.
Apretó los ojos y por un instante, solo por un segundo, pensó en decírselo. Pensó en cómo reaccionaría él si supiera que ha sido padre durante siete años.
Pero luego vino el miedo, el mismo miedo de siempre y lo escuchó de nuevo en su mente:
“Tu familia está podrida, Kate. Los Langley son una mancha sucia que ni el poder puede limpiar.”
Y a veces, cuando estaba sola, se preguntaba cómo habría sido su vida si las cosas hubieran sido diferentes. Si Grayson no la odiara. Si se hubieran conocido en otro momento.
Parpadeó, evitando llorar frente a su hijo. Y luego se apartó un poco y lo miró con ternura. Secándole una lágrima con el pulgar.
—Mi amor… no debes sentirte mal por eso. Me tienes a mí, yo estoy aquí contigo… Y no me iré nunca.
Oliver asintió muy despacio. Pero algo en su carita seguía vacío. Como si faltara una parte de su historia que él no entendía.
—¿Y si tú te mueres? —preguntó de golpe, con la inocencia cruel de los niños.
Kate sintió que le faltaba el aire.
—No digas eso, cielo… —intentó calmarlo.
—¡Pero es verdad! ¡Todos tienen un papá! ¡Yo no tengo a nadie! —gritó, empujándola sin querer con sus manitas.
Kate trató de acercarse, pero él se levantó.
—¡Quiero a mi papá! ¡Quiero saber quién es! ¡No es justo! ¡No es justo!
Y antes de que ella pudiera detenerlo, Oliver salió corriendo por el pasillo.
—¡Oliver, espera! ¡Mi amor, por favor!
Pero el niño entró en la habitación y cerró la puerta con fuerza.
Kate se quedó del otro lado. En silencio, con la mano apoyada en la madera. Lo escuchó sollozar al otro lado y su alma se partió.


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