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CONQUISTANDO A MI EXESPOSA SECRETA romance Capítulo 12

C12- ODIARSE A SÍ MISMO.

El avión aterrizó suavemente en la pista privada. Y un auto negro esperaba ya con el motor encendido. Adler salió primero y luego extendió la mano para ayudar a Gianna a bajar. Ella apenas podía caminar, pero él la sostuvo con cuidado y la guió hasta el asiento trasero, acomodándola como si fuera de cristal.

Henry subió al asiento del piloto.

—¿A dónde, señor?

—A mi departamento en Friedrichstraße.

El asistente frunció el ceño, algo atrevido.

—¿Pero… no la llevará a la gran casa?

El aire se congeló y Adler lo miró con la frialdad de un cuchillo.

—¿Desde cuándo debo darte explicaciones, Henry?

El asistente tragó saliva, se inclinó y encendió el motor sin volver a abrir la boca. Durante el trayecto, Gianna mantenía la cabeza apoyada contra el cristal, con los ojos cerrados pero el cuerpo tenso, entonces Adler rompió el silencio.

—Primero necesitas curarte y estar presentable. Si todos han de creer que me caso contigo por amor… debe ser convincente. Será al menos un mes antes de que aparezcas en público. Allí estarás bien.

Ella lo miró de reojo, procesando sus palabras, y aunque la idea la revolvía por dentro, asintió en silencio.

Poco después el auto entró en el estacionamiento subterráneo de un edificio de lujo. Cuando subieron al ascensor privado, Gianna intentó mantenerse en pie, pero sus fuerzas la traicionaron, terminó desmayándose de golpe contra el pecho de Adler.

—¡Anna…! —la llamó con brusquedad, sacudiéndola suavemente—. ¡Maldición…!

El contacto de su cuerpo inconsciente contra el suyo lo atravesó como un rayo. Apretó la mandíbula y la sostuvo contra sí hasta que las puertas del ascensor se abrieron en el último piso y sin esperar más, la llevó directo a la habitación principal del penthouse.

—Llama a Schreiber —ordenó a Henry mientras la acomodaba en la cama—¡Ahora!

Henry salió de inmediato y Adler se quedó observando los moretones en el rostro y los brazos de Gianna, la piel marcada por la violencia. Su respiración se volvió más áspera, y la rabia subió como un incendio.

Poco después, el doctor Schreiber entró con su maletín y Mientras revisaba a Gianna, Adler permanecía de pie, con los puños en los bolsillos, cada movimiento de las manos ajenas sobre ella lo tensaba.

En un momento no aguantó más.

—¿Tienes que tocarla tanto? —gruñó.

El médico levantó una ceja y soltó una carcajada seca.

—Créame, Klein, si quisiera disfrutar de tocar mujeres, no elegiría pacientes golpeadas y desnutridas.

Adler rodó los ojos y se giró hacia la ventana, tragando su incomodidad.

Tras un rato, Schreiber se levantó, acomodándose la chaqueta.

—Está desnutrida, agotada y llena de hematomas, pero sin fracturas. Recomiendo reposo, comida nutritiva y estabilidad. Si sigue así, se recuperará bastante rápido.

Adler asintió, aunque su rostro era una máscara de hielo y su puño cerrado lo delataba.

—Contrata una enfermera privada las veinticuatro horas —ordenó a Henry cuando el médico se marchó—. Compra ropa, todo lo de cuidado personal, todo lo que ella necesite. La ropa debe ser talla pequeña. —lo miró serio —Que nada le falte, ¿entiendes?

C12- ODIARSE A SÍ MISMO. 1

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