C15- MI MUJER.
Kate se apoyó en el lavabo, respirando con dificultad. El rostro en el espejo le devolvió una imagen que no quería ver: mejillas sonrojadas, ojos vidriosos, el delineado apenas corrido. Se pasó la mano por la frente, luego hizo una mueca.
—Infeliz… —siseó, sin pensar—. Se pasea con su amante por toda la ciudad como si fuera un trofeo…
Se rio sola, sin humor y si mucha amargura. Y luego vino el reproche.
—No, no, no… eso no es mi problema. No me importa. ¡No te importa, Kate!
Levantó un dedo, como si pudiera regañarse a sí misma.
—Claro que no… porque tú… tú eres fuerte. Independiente. Una abogada. Con un ex que… que no tiene ni idea de lo que ha pasado... Y un marido que no es tuyo… —susurró, antes de tambalearse un poco.
Se sostuvo del lavabo, luego llevó la mano al cuello y sus dedos rozaron la cadenita escondida bajo su vestido. El anillo colgaba allí, brillando como un maldito recordatorio, lo sostuvo entre los dedos y lo observó en silencio. Y aun dolía, más de lo que debía.
—¿Por qué lo guardo…? —susurró —. ¿Por qué soy tan estúpida de seguir conservando algo que claramente no significa nada…?
El anillo se balanceó un poco, antes de que bajara la mirada y volviera a esconderlo en su pecho y cerró los ojos.
Todo giraba. Las luces. El piso. Su cabeza.
Respiró hondo.
Dos veces.
Tres.
Pero sus dedos seguían aferrados al borde del lavabo y en su mente estaba el, mirándola con esa frialdad…
De repente la puerta se abrió y el clic seco del cerrojo la hizo alzar la vista, y su reflejo encontró el de Grayson en el espejo.
Frío, imponente, con la mirada oscura y fija en ella.
Tragó, mientras el corazón le golpeaba el pecho.
—¿Qué haces aquí? —preguntó, sin moverse—. ¿No sabes leer? Este es el baño de mujeres.
Grayson no respondió y en vez de eso, se acercó y se detuvo detrás de ella y lentamente sus manos fueron directo a las de ella, presionándolas sobre la cerámica. Su pecho duro aplastó su espalda y su pelvis… se apoyó con descaro contra sus nalgas.
Kate contuvo el aliento.
Grayson no apartó la mirada del espejo y tampoco permitió que ella la apartara.
—Ahora mismo. Me vas a explicar quién carajo es el imbécil que estaba contigo.
Kate abrió la boca para responder, pero no salió ningún sonido.
—Y más te vale que tengas una buena explicación —continuó él, apretando un poco más sus manos—. Porque de eso… depende si ese tipo sigue trabajando en esta ciudad.
El silencio que siguió fue tan tenso como un disparo contenido.
Grayson no bromeaba, eso era claro. Y ella… temblaba por dentro, entre el enojo, el deseo y ese maldito anillo que aún colgaba sobre su pecho.


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