C23-TEN CUIDADO CON LO QUE PROVOCAS.
Katerina lo besó sin pensarlo, como si su cuerpo se moviera antes que su mente. Para ambos fue un choque de impulsos, una descarga directa al pecho. James no se lo esperaba, y por un segundo se quedó quieto, sorprendido, pero el calor del contacto lo arrastró sin remedio. La mano que antes sostenía el vestido subió hasta su cuello y la atrajo hacia él con fuerza.
De repente, la giró, empujándola contra el frío espejo de cuerpo entero. El cristal helado le golpeó la espalda a través del vestido. Él se inclinó, presionando su cuerpo contra el suyo, atrapándola. Con una mano aún en su cabello, la otra agarró su muñeca y la presionó contra el espejo, al lado de su cabeza, mientras sus dedos se cerraban alrededor de su piel con una fuerza que no dejaba lugar a dudas.
—Muéstrame más —retó él, entre besos.
Ella intentó recuperar el aliento, pero solo consiguió inhalar su esencia, esa mezcla de colonia limpia y puro hombre que la volvía loca. Su boca encontró la de él otra vez, pero esta vez no había desafío, solo necesidad. El beso se volvió húmedo, profundo, desesperado.
James soltó su muñeca y bajó por su costado, su palma presionando su cintura contra su cuerpo, eliminando cualquier espacio restante entre ellos. Ella podía sentirlo, todo él, duro y excitado contra su vientre.
Fue entonces, justo cuando James parecía más perdido, cuando un sonido ronco y vulnerable surgió de su pecho, que Katerina actuó. Con una fuerza que no sabía que tenía, giró la cabeza, rompiendo el beso.
—¿Es suficiente? —logró decir, controlando su respiración—. ¿O necesitas más prueba de que sé cómo interpretar a tu esposa?
James no se movió, solo la miró agitado. Sus ojos azules, ahora oscuros y sin ninguna traza de frialdad, la escudriñaron, pero la tensión no se había ido, solo había cambiado de forma.
—Ten cuidado con lo que provocas, Katerina —advirtió—. Porque si empiezas algo... yo lo termino.
Ella lo miró sin bajar la vista.
—Solo estaba haciendo una demostración. Puedo ser convincente solo cuando se necesite —respondió, dejándole claro que eso no volvería a pasar.
James apretó la mandíbula, incómodo por lo fácil que ella lo desarmaba, frustrado por el beso roto. Se dio media vuelta y caminó hacia la puerta, sin mirarla.
—Vístete —ordenó—. El chófer nos espera.
Katerina se quedó quieta unos segundos después de que James cerrara la puerta, oyendo su propio pulso. Se llevó una mano temblorosa a los labios, aún húmedos, y tragó despacio. El sabor de él seguía ahí, mezclado con el calor que le había dejado en la piel.
Pero no debía sentirse así, y menos por él. Sin embargo, lo estaba. Su respiración seguía agitada, y por un instante cerró los ojos, intentando borrar el recuerdo del beso… y el de sus manos.
«Concéntrate, Katerina.»
Apretó los labios y se obligó a pensar con frialdad. Ese beso no había sido un impulso; al menos, no del todo. Había querido saber si lo que sospechaba era cierto, y lo era: James Stanton la deseaba. Su mirada lo había delatado antes incluso de que la tocara. Lo que no esperaba era cómo ese deseo la iba a afectar también.
Pero si algo había aprendido en su vida era que los hombres poderosos caen más rápido cuando creen que tienen el control.
«Si quieres que un hombre se rinda ante ti, hazlo trabajar por ello. Que crea que lo está ganando, cuando en realidad es él quien pierde.»
La idea se formó clara, fría, casi como una promesa. No le daría nada gratis. Lo haría bajar la guardia, lo haría creer que la tenía, y cuando menos lo esperara… se marcharía, con su hijo.
En ese momento, la dependienta entró.
—¿Todo bien, señorita? —preguntó, notando el ligero desorden en el cabello de Katerina y el vestido mal ajustado.
Ella se sobresaltó y se apartó un poco, tratando de recomponerse.
—Sí… sí, todo bien —respondió, forzando una sonrisa mientras se acomodaba el vestido—. Me llevaré este, por favor.
—Por supuesto —dijo la mujer, tomando nota sin hacer más preguntas.
Cuando volvió a quedarse sola, Katerina dejó escapar un suspiro largo y fue directo al vestidor. Cerró la puerta con un clic y apoyó la espalda contra el espejo. Su reflejo le devolvió la imagen de una mujer que ya no parecía frágil ni confundida. Había decisión en sus ojos, y si James creía que podía manejarla, estaba por descubrir lo equivocado que estaba.
***
Cinco días después, la mansión Stanton estaba irreconocible.

VERIFYCAPTCHA_LABEL
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: CONQUISTANDO A MI EXESPOSA SECRETA