C25-¿QUIÉN ERES?
Sienna salió del ascensor dejando a su paso una ráfaga de perfume caro, y sus tacones repiqueteaban con impaciencia sobre el mármol brillante.
Iba directo a la oficina de Grayson, pero le fue imposible no notar al niño, que bloqueaba su paso y miraba todo como si nunca hubiera visto un edificio empresarial.
Y claro, en su mundo, ningún niño tenía derecho a estar en un lugar como ese.
—¿Tú qué haces aquí? —espetó, cortante.
Oliver la miró sin miedo. Su madre le habia enseñado a que no podía dejarse intimidar por adultos malos.
Y esta mujer era un adulto malo.
—Voy a ver a mi papá —respondió tranquilo, casi indiferente.
Sienna arqueó una ceja con desprecio.
—¿Tu papá? ¿Aquí? Niño te equivocaste de sitio, búscalo en el área de limpieza o en la cafetería… seguro es el conserje o el chico de los cafés…
Oliver respiró hondo y cerró sus manitas.
—No. Mi papá es el jefe. El que firma tus cheques y probablemente, también tu carta de despido.
La cara de Sienna perdió color y los murmullo que escaparon de dos secretarias al fondo, la hicieron enojar más. Dio un paso hacia él, molesta y el bolso se deslizó de su hombro. Oliver retrocedió un paso, pero no por miedo. Solo para darle espacio... y porque vio el tacón inestable que ella no notó.
Y cuando Sienna intentó avanzar con elegancia ofendida, su taco tropezó con la base metálica del dispensador de agua.
El resto fue en cámara lenta, un grito ahogado, un manotazo al aire y luego: ¡pum!
La mujer elegante, ahora tenía el trasero en el suelo, y el bolso desparramado como vísceras de lujo por el mármol.
Oliver bajó la mirada.
—Ups.
La risa explotó entre los presentes, contenida, sí. Pero real.
Sienna, roja de ira, lo fulminó con la mirada. Estaba a punto de levantarse y gritarle cuando, la puerta de la oficina de Grayson se abrió.
Y el mundo cambió. Ella se incorporó como una actriz entrenada, su ceño fruncido se suavizó, la mirada asesina desapareció y activó su voz dulce como veneno.
—Gray… cariño —dijo, fingiendo dolor—. Este niño me hizo caer.
Oliver se giró con movimiento lento, pero con su inocente y pequeño corazón acelerado y lo vio, ahí estaba.

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