CONQUISTANDO A MI EXESPOSA SECRETA romance Capítulo 37

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C37-LISTO PARA MATAR.

Kate se detuvo frente a un edificio lujoso en Chelsea. El cielo estaba gris y la llovizna pegaba con suavidad contra el parabrisas, pero ella no lo notaba; su mirada estaba fija en la fachada de mármol blanco, moderna y con grandes ventanales.

No dijo nada, pero sus manos se aferraban con fuerza al volante. Había viajado hasta Chelsea con un solo objetivo: conseguir pruebas que le dieran ventaja en el caso de divorcio entre Julián y Sienna. Valeria, la ex empleada de Julian, le había dado esa dirección después de mucha insistencia, y ahora Kate sabía que allí vivía la amante, la clave para hundirlo.

Julián no era un hombre cualquiera.

Era un político influyente de Londres, con una imagen pulcra y contactos que alcanzaban los niveles más altos del poder. Su carrera dependía tanto de las apariencias como de los votos y un escándalo, uno real podía arruinarlo.

Hasta ahora, Julián había jugado limpio. Había escondido bien a su querida, manteniéndola fuera del radar, pero todo cae tarde o temprano y Kate estaba ahí para presionar el último hilo. Soltó el volante, respiró hondo, salió del auto y caminó hacia el edificio.

Su mente iba a mil. Ya había elaborado una estrategia, no la acusaría directamente. Solo haría las preguntas correctas, en el momento justo, bastaría con una contradicción, una frase fuera de lugar, algo que Sienna pudiera usar para probar infidelidad, traición, abandono emocional. Lo que fuera que dejara a Julián sin defensa, pues Kate no iba a perder ese caso y esa mujer, lo iba a entender en los próximos minutos.

Después de tocar, abrieron, y la mujer frente a ella la miró de arriba abajo, desconcertada, su bata de seda colgaba sobre sus hombros. Tenía el tipo de belleza que llamaba la atención sin esfuerzo, como una modelo en plena sesión de fotos. Pero en ese momento, su rostro mostraba confusión.

—¿Sí? —preguntó con un tono impaciente.

—Kate Langley —dijo ella, clara y segura— Y me gustaria...

—Abogada Langley. Qué gusto arruinarnos la mañana.

Julian apareció en la sala como si saliera de un comercial caro. Camisa blanca, abierta en el cuello, pantalones oscuros y descalzo, a pesar de sus más de cincuenta años, seguía siendo un hombre atractivo, de porte impecable y expresión arrogante.

Kate lo miró sin sorpresa, sus ojos se encontraron al instante, y ninguno parpadeó.

—Julián.

—¿Qué haces aquí? ¿Investigando asuntos que no te incumben?