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CONQUISTANDO A MI EXESPOSA SECRETA romance Capítulo 46

C46-HAZME EL AMOR.

La moto rugía como un animal desatado mientras se deslizaba por la autopista, y cada curva parecía un desafío al destino. Priscilla reía con un brillo en los ojos que no recordaba haber tenido nunca; era como si la opresión de su apellido, las reglas de su madre y las expectativas de Margaret se hubieran quedado atrás, perdidas en la estela del motor.

—¡Más rápido, Kenyi! ¡Más rápido, quiero volar! —gritó, aferrándose a él con una mano mientras con la otra se estiraba hacia el cielo, mojada por la llovizna—. ¡WOW! ¡SÍIIII!

Kenyi sonrió bajo el casco al escucharla y, sin pensarlo, giró el acelerador. El rugido se intensificó y la moto cortó el viento como una flecha. Sintió el único brazo de ella apretándose más contra su torso, como si no quisiera separarse nunca.

—¡Eres un loco! —chilló después, con los ojos brillando como niña en un juego prohibido, sin bajar todavía la mano que había alzado antes, temblándole de pura adrenalina.

—¡Y tú estás peor por venir conmigo! —replicó él, riendo mientras la miraba de reojo en el retrovisor.

Priscilla finalmente volvió a sujetarse con ambas manos; con su vestido ondeando salvaje, pegándose a su piel mojada. Pero no le importaba nada, ni su peinado perfecto, ni su maquillaje, ni siquiera lo que diría Margaret.

Por primera vez en años, se sentía viva.

Apretó su mejilla contra la espalda de Kenyi y cerró los ojos, respirando hondo. Su perfume, mezclado con el olor a cuero y gasolina, le resultaba tan adictivo como la velocidad.

—¿Sabes qué es lo peor? —gritó, apenas audible entre el motor y el viento.

—¿Qué? —contestó él sin bajar la velocidad.

—¡Que no quiero que esto termine nunca!

Kenyi no respondió de inmediato. Solo apretó el manubrio y sonrió con esa mezcla de arrogancia y fuego que lo caracterizaba. Ella no lo veía, pero sus palabras habían hecho eco en su pecho de una forma que no esperaba.

Cuando llegaron al edificio, subieron al ascensor, pero solo bastaron segundos para que el aire se cargara de deseo, porque él la había atrapado de nuevo en un beso intenso y húmedo que no soltó aun cuando las puertas se abrieron; en cambio, la levantó por los muslos con una fuerza que la hizo jadear.

—Kenyi… —susurró entre risas nerviosas—. Van a vernos…

—Entonces que miren.

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