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CONQUISTANDO A MI EXESPOSA SECRETA romance Capítulo 50

C50- UNA PROMESA.

Grayson salió de la ducha con el vapor aún pegado a la piel. El agua resbalaba por su pecho, marcando cada línea de sus músculos. Llevaba solo una toalla alrededor de la cintura y usaba otra más pequeña para secarse el cabello. Caminó hasta el espejo, se miró un segundo… y la imagen de Kate apareció en su mente, como un golpe seco.

La sintió aún en su piel, su olor, sus manos temblando al tocarlo, su cuerpo... entregado, vulnerable, hermoso.

Apretó la toalla.

Había despertado mucho antes que ella. La vio dormir, envuelta entre las sábanas, con el cabello enredado y la respiración tranquila. Se quedó mirándola demasiado tiempo y por un momento... solo uno, pensó en no firmar. En quedarse, en decirle que lo intentaran.

Pero no era justo.

Kate merecía ser libre. Ella merecía rehacer su vida lejos de él, quien solo la había lastimado. Y lo último que quería era mantenerla en el infierno que había sido su matrimonio. Pero, aun así, la idea de que otro la tocara… le revolvía el estómago.

Entonces, pensó en Ethan, lo odiaba.

No era solo que el tipo hubiera tenido una parte de Kate que él no tenía, sus sonrisas, su afecto, su amor, mientras que él solo recibió su desprecio. Sin embargo, a pesar de ello, era algo más, era una sensación incómoda que no lograba descifrar.

Para hacerlo fácil, a él no le gustaba, no le daba buena espina.

Caminó hasta la cocina, furioso consigo mismo por sentir así, por pensar así. Se sirvió un café y dio un trago largo; el amargor le raspó la garganta, pero no lo sacó del pozo donde su cabeza lo arrastraba.

Al volver a la sala, sus ojos fueron directo a los papeles que su abogado le había enviado desde Chicago: la demanda.

Sus dedos rozaron el sobre sin abrirlo aún, pero ya sabía lo que contenía. Mason ya se lo había advertido: si no actuaba rápido, los medios estadounidenses lo harían pedazos. Esto era grave y no quedaba mucho margen para moverse.

Pero su mente volvió a desviarse, volvió a pensar en Kate. En sus besos, sus gemidos, la forma perfecta en que sus cuerpos encajaban...

—Ya basta —se regañó. —Le has causado suficiente daño.

Iba a coger el teléfono para hacer una llamada cuando sonó el timbre. Frunció el ceño al ver la hora.

— ¿Quién carajo…?

Fue hasta la puerta, aún en toalla y miró por la mirilla.

Era Sienna.

Hizo una mueca, se pasó la mano por el rostro y luego abrió.

—¿Tan temprano, Sienna? ¿Qué haces aquí?

Ella lo miró de arriba abajo, sus ojos se clavaron en su torso desnudo antes de volver al rostro de él.

—¿Dónde estabas anoche? Vine y el vigilante me dijo que no estabas. Te llamé, Gray. Tu teléfono estaba apagado. ¿Qué pasa? ¿Estas evitandome?

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