C55-¿DÓNDE ESTA MI HIJO?
Kate estaba sentada frente a su escritorio, con varios documentos abiertos frente a ella, pero no había leído ni una sola línea en los últimos diez minutos. Tenía la mirada perdida, y los dedos sostenían un bolígrafo que giraba entre sus manos sin sentido. La noche anterior volvía a su cabeza una y otra vez. Ethan tomándole la mano, hablándole de oportunidades, de empezar de cero.
No le había dado una respuesta, sino que le dijo que quería hablarlo primero con Oliver. No quería imponerle un extraño a su hijo, él ya había vivido suficiente con un padre ausente y no iba a meter a otro hombre en su vida solo porque se sentía confundida. Además… todavía estaba considerando la idea de irse a Alemania. Y si tenía que ser honesta consigo misma, esa opción le atraía cada vez más.
Suspiró largo, dejó el bolígrafo sobre el escritorio y se recostó en la silla, cerrando los ojos. Por un instante, su mente fue directo hacia alguien que no debería estar pensando: Grayson.
¿Dónde estaba? ¿Qué estaba haciendo? ¿Ya se había ido del país con Sienna?
Su cabeza se llenó de preguntas sin respuestas y la última le dolio y se sintió estúpida por seguir pensando en él, por seguir sintiendo algo que debería estar enterrado.
Frustrada y molesta consigo misma, tomó otra carpeta y la abrió, decidida a sumergirse en el trabajo. Pero entonces, su teléfono vibró a un lado, y la pantalla mostró un nombre que la hizo sonreír de inmediato.
—¡Aisling! —contestó—. Justo estaba por llamarte. ¿Cómo está mi pequeño terremoto? ¿Ya comió? ¿Se portó bien?
Pero no hubo una respuesta feliz del otro lado. Sólo llanto, jadeos y una voz quebrada.
—Kate… ¡Es Oliver! —Aisling sollozaba—. Un auto… él… estaba cruzando la calle y… ¡lo atropellaron! Estamos en el hospital de la ciudad.
El corazón de Kate se detuvo.
El teléfono resbaló de su mano y cayó al suelo con un golpe seco. Se quedó paralizada, el aire no entraba en sus pulmones y sintió que el mundo se le venía abajo.
—No… —susurró.
Su hijo, su Oliver. No… No podía ser real.
Si le preguntaran cómo llegó, no sabría cómo explicarlo, solo sabía que cuando el auto por fin se detuvo frente al hospital, abrió la puerta incluso antes de que terminara de frenar. Bajó como pudo y corrió, esquivando gente, sin importarle las miradas y atravesó las puertas de urgencias casi gritando.
—¡Mi hijo! ¡Oliver Langley! ¿Dónde está? ¡¿Dónde está?!
La mujer en recepción alzó la vista, sorprendida, y comenzó a buscar rápidamente en su sistema.
—Oliver Langley… Sí, ingresó hace poco. Está en el piso tres, área de pediatría.
Kate no esperó más. Salió corriendo a los ascensores, presionó el botón repetidas veces como si eso hiciera que llegara más rápido y apenas se abrió la puerta, entró de golpe y subió con el corazón en la garganta.
Cuando llegó al piso indicado, sus ojos encontraron de inmediato una figura que reconoció entre el caos. Aisling, encogida contra la pared, abrazándose a sí misma, con el rostro lleno de lágrimas.
—¡¿Qué pasó?! —se acercó a ella, jadeando, con el rostro completamente descompuesto—. ¡¿Qué pasó, Aisling?!
Su amiga la miró llena de culpa. No podía hablar, solo sollozaba sin parar.


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