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CONQUISTANDO A MI EXESPOSA SECRETA romance Capítulo 56

C56-NECESITA UN DONANTE.

Las palabras del médico flotaron en el aire como una sentencia que no podía digerir.

—¿Cán… cáncer?

El médico asintió con pesar y sacó una carpeta con informes y gráficos que a ella no le importaban en lo más mínimo.

—Es leucemia linfoblástica aguda —explicó con calma—. Es un tipo de cáncer en la sangre que avanza con rapidez. Tenemos que iniciar quimioterapia cuanto antes… pero también va a necesitar un trasplante de médula y lo más probable es que requiera un donante compatible.

Kate sintió que el mundo se inclinaba bajo sus pies, las paredes se cerraban y el corazón se le encogió tanto que casi le dolió físicamente. Su hijo. Su pequeño Oliver, su bebé tan lleno de vida, no podía estar enfermo.

—No… no —murmuró, negando con la cabeza—. Debe haber un error. No puede ser. Se cayó, lo atropellaron… no es cáncer. ¡No puede ser cáncer!

—Lo entiendo —dijo el médico con voz serena—. Es difícil de aceptar. Pero no hay margen de error; los exámenes son precisos, señora Langley. Lo lamento mucho.

Kate se llevó una mano a la boca mientras las lágrimas empezaban a caerle sin que pudiera detenerlas. La cabeza le daba vueltas, sentía náuseas y la silla bajo ella se volvió inestable, como si todo el suelo se hubiera vuelto líquido.

—Pero… él nunca… nunca estuvo enfermo. Nunca se quejó de nada. Solo se cansa un poco más, pero… ¡eso no es cáncer!

—Esa es una de las razones por las que este tipo de leucemia suele detectarse tarde. Los síntomas se confunden con fatiga, palidez, moretones leves. Pero está ahí… y es agresiva. Y si no lo empezamos pronto, podríamos perder tiempo valioso.

Ella se aferró al escritorio con fuerza, tratando de mantenerse firme.

—¿Qué… qué quiere decir con que necesita un donante?

—Un trasplante de médula ósea. Necesitamos una compatibilidad alta, idealmente, un pariente cercano. ¿El padre del niño está disponible?

El cuerpo de Kate se tensó por completo, la garganta se le cerró, como si alguien la estrangulara desde dentro.

—No… no está en contacto —respondió, mirando al suelo.

—¿Puede localizarlo?

—Yo… —trago con dificultad.

—Entiendo —dijo él con suavidad—. Pero si no conseguimos un donante compatible pronto, la probabilidad de remisión disminuye drásticamente. Sería bueno si el padre del niño pudiera hacerse unas pruebas, solo para ver si es compatible.

Kate bajó la mirada y el dolor en su pecho se volvió insoportable.

Grayson.

La sola idea de buscarlo le revolvía el estómago. Él debía estar lejos ya… con Sienna. Y ni siquiera sabía nada de Oliver.

Pero su hijo estaba enfermo, su vida estaba en peligro y ella… no tenía opción. Estaba atrapada entre la verdad y el miedo, entre el orgullo y el amor por su hijo.

Mientras tanto, en Londres, Grayson se encontraba de pie frente al escritorio. La rabia le hervía por dentro. En la pantalla, Mason lo miraba con cara tensa, mientras el abogado de la familia, un tipo delgado con gafas, se mantenía de pie a su lado, claramente incómodo.

—¿¡Cómo demonios se filtró?! —rugió Grayson—. ¡¿Cómo demonios, Mason?! ¡Te dije que no saliera nada sin mi autorización!

Del otro lado de la videollamada, Mason levantó las manos.

—Más te vale, Mason. Más te vale.

Cortó la llamada Y sin esperar respuesta, fue hasta el pequeño bar en la esquina de su oficina, tomó la botella de whisky y se sirvió un trago largo. Necesitaba calmarse antes de romper algo más. Dio un sorbo y apoyó el vaso contra su barbilla mientras pensaba.

Su abogado era un inútil. Iba a perder esa demanda si lo dejaba en sus manos, así que necesitaba a alguien más. Alguien capaz. Fuerte. Fría. Que no se dejara intimidar ni siquiera por el demonio mismo.

Kate.

La imagen de ella le vino a la mente con una claridad brutal. Su forma de mirar, de hablar, de caminar con esa seguridad que siempre lo había hecho maldecir por dentro. No había mujer más brillante e inteligente en todo Londres; ella siempre iba un paso adelante.

Sin embargo, dudó un segundo, se bebió todo el whisky de un solo trago, dejó el vaso con fuerza sobre la mesa y se giró hacia el abogado.

—Stuart —dijo con la voz más firme que había usado en todo el día.

El hombre lo miró, como si esperara que le gritaran de nuevo.

—Tendrás ayuda. Vamos a trabajar con la mejor abogada de Londres.

El hombre abrió la boca, confundido.

—¿Quién?

Grayson lo miró fijamente y sonrió de lado.

—Kate Langley.

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