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CONQUISTANDO A MI EXESPOSA SECRETA romance Capítulo 56

C56-¡MÁTENLOS!

El hombre apretó a Lily contra su cuerpo, pero la pistola temblaba en la sien de la niña, sudaba, con los ojos abiertos por el miedo y su voz salió estrangulada.

—Dé- déjenme salir… —balbuceó—. Si la dejo ir, nadie sale herido, lo prometo… Yo no quiero morir.

Grayson lo miró, midiendo la distancia, el ángulo, el tiempo. Y disparar tenía un riesgo extremo: una bala descontrolada, un pequeño movimiento y la niña pagaría. Así que bajó lentamente el arma, buscando otra salida. Angelo lo imitó con un gesto casi imperceptible y ambos estaban listos para ordenar lo mismo a sus hombres.

Cuando Lily, asustada pero decidida, apretó algo en el puño a pesar de lastimarse: era un pedazo de vidrio que había arrancado de una lámpara antes. Era una niña, pero en ese instante, hizo algo que nadie esperaba: sobrevivir.

Y con una decisión que sonó más a instinto que a razón, clavó el vidrio en el muslo del hombre con todas sus fuerzas.

—¡Ahhh! —gritó él, apartando la pistola una fracción de segundo y eso fue todo lo que Grayson necesitó.

Apuntó sin dudar y apretó el gatillo.

El disparo fue limpio, preciso; haciendo que el hombre cayera de espaldas, pero nadie se movió para celebrar: la escena era demasiado cruda y los latidos demasiado altos.

Lily soltó el vidrio y corrió hacia Grayson sin pensar, donde él la recibió entre los brazos, cubriéndola, como si pudiera hacerle un caparazón con su propio cuerpo.

—¡Estás a salvo, pequeña, estás a salvo! —susurró, la voz rota y urgentemente protectora.

La niña gimió, encajando su rostro en el pecho de Grayson, temblando.

—Quiero ir con mi papá... por favor, señor... lléveme con mi papá...

En otro lugar, Adler levantó la voz ya con la rabia y el miedo partiéndole el pecho.

—¿Dónde está mi hija, Viktor? —gritó—. Deja de pensar en malditas trampas, ¡quiero a mi hija! ¡Muéstrala!

Viktor, como el zorro viejo que era, ya había previsto movimientos y justo en ese instante apareció uno de sus hombres y su llegada fue un golpe frío para Gianna y Adler. Palidecieron, su mundo, el plan se comprimió un segundo.

Viktor, viendo caer a sus hombres uno tras otro, retrocedió.

Dos de sus guardias más leales lo sujetaron de los brazos, arrastrándolo hacia el auto y mientras lo hacían él disparaba a ciegas hacia atrás, con los ojos desbordando furia. Su rostro ya no era de control: era de rabia pura e impotente.

—¡Adler, cuidado! —gritó Gianna, viendo cómo las balas pasaban demasiado cerca.

Él, enceguecido por la imagen de Viktor escapando, se levantó de la cobertura y corrió hacia otro de los autos y disparó con todo lo que tenía, pero fue inútil.

El auto arrancó.

Y él se detuvo en seco, con el pecho agitado y el arma aún en la mano, pero sobre todo con la impotencia mordiéndole las entrañas.

Viktor había escapado.

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