C57-UNA MADRE DESESPERADA.
El silencio en el consultorio pesaba como una losa y Kate apenas podía respirar.
—¿No hay otra solución? —preguntó con voz temblorosa—. ¿Otra salida?
El médico la observó con seriedad, sin espacio para rodeos.
—Podemos buscar donantes no relacionados, hay bancos internacionales de médula, ensayos clínicos… pero no le voy a mentir, señora Langley —dijo con calma, aunque sus palabras eran duras—. Esa opción es mucho más costosa, menos rápida y los niveles de compatibilidad bajan drásticamente.
Kate apretó los puños sobre su regazo, miró al suelo, incapaz de sostenerle la mirada al médico.
No quería decirle a Grayson.
No era solo el miedo a decirle que Oliver era su hijo; era el peso aplastante de ocho años de silencio. ¿Cómo explicarle que había ocultado su paternidad todo este tiempo?
Las lágrimas amenazaban con derramarse mientras pensaba en cómo reaccionaría al descubrir que tiene un hijo del que nunca supo. En ese momento, el miedo la paralizaba: miedo a que la odiara aún más por haberle robado años con su hijo y miedo a que usara sus recursos y contactos para quitarle la custodia de Oliver.
Y sobre todo, miedo a que su pequeño, en medio de su batalla, quedase atrapado en una guerra entre sus padres. Porque Oliver era su mundo entero, su razón de vivir y cada fibra de su ser temblaba ante la idea de perderlo.
—Tiene que decidir, señora Langley —insistió el médico, sacándola de sus pensamientos—. Sea la opción que sea… Necesitamos iniciar un tratamiento.
Kate levantó la mirada y tenía los ojos llenos de lágrimas, los labios apretados y el alma deshecha, pero asintió.
—Sí… sí. Haré lo que tenga que hacer —susurró—. Solo… solo quiero ver a mi hijo.
El médico se puso de pie y le tendió la mano, señalándole con un gesto que lo siguiera.
—Venga. Está estable, preguntó por usted.
Ella lo siguio y apenas cruzó la puerta y lo vio… su mundo se desmoronó y volvió a armarse al mismo tiempo.
—¡Mami!
Kate soltó el aliento con un sollozo ahogado y corrió hacia él. Las lágrimas le nublaban los ojos, pero no importaba, solo quería abrazarlo, sentir que estaba ahí, que respiraba, que era real.
Se sentó con cuidado en el borde de la cama, justo al lado de su pequeño, que tenía la pierna derecha enyesada y varias vendas en el brazo. Aun así, él le sonrió, con esos ojos azules que parecían pedirle perdón sin decir nada.
Lo envolvió en sus brazos con ternura, evitando hacerle daño, y apoyó la frente contra la de él.
—Mi amor…—susurró—. Te juro que todo va a estar bien. Mamá está contigo, ¿sí? Nada te va a pasar.
Oliver le acarició la mejilla con sus deditos tibios.
—¿Cuándo me voy a ir a casa?
Kate sintió un nudo en la garganta. Tragó saliva y le sostuvo la mirada con dulzura.
—Pronto, cariño. Pero primero necesitas sanar un poquito, ¿sí? Solo un poquito más.
Oliver hizo un puchero y desvió la vista hacia la ventana.
—No me gusta el hospital —murmuró—. Y… lo siento, mami. Yo no vi el coche. Yo solo quería cruzar para buscar al gatito… No sabía que venía.
El pecho de Kate se oprimió de golpe y las lágrimas cayeron de nuevo mientras lo abrazaba más fuerte, como si pudiera protegerlo de todo el dolor del mundo.
—No, mi vida… no digas eso —le susurró—. No fue tu culpa, ¿me oyes? Nada de esto fue tu culpa. Fue un accidente, nada más. Nadie te culpa por eso, mi amor.
Oliver la miró con los ojitos rojos y húmedos.
—¿Estás enojada conmigo?
—¡No! —negó Kate, enseguida—. No, bebe… jamás me enojaría contigo. Nunca.
Minutos después, ambas estaban sentadas en silencio. Kate tenía la cabeza apoyada en el hombro de Aisling, los ojos rojos y secos de tanto llorar, mientras su amiga le acariciaba suavemente la espalda.
—¿Cuándo se lo vas a decir?
Kate se tensó al instante, se separó bruscamente y luego bajó la mirada a sus manos, apretándolas sobre su regazo.
—No voy a decírselo.
Aisling parpadeó, confundida, como si no hubiera escuchado bien.
—¿Qué? Pero... Kate…
—No, Aisling —dijo ella, rápidamente—. Buscaré otra salida. El médico dijo que hay otra posibilidad. Además, no es seguro que Grayson sea compatible. Yo me haré las pruebas, y si no…
Se calló en seco cuando vio la expresión de su amiga. Aisling la miraba como si ya conociera esa ruta, como si supiera en qué terminaba.
—Por favor, Aisling… No me juzgues. Te lo ruego. Tú más que nadie me entiendes. ¿Qué harías en mi lugar, ah? ¿Qué pasaría si tú y Declan…?
Aisling palideció. Su rostro cambió, como si algo la atravesara por dentro. Bajó la mirada, mordiéndose el labio y cuando habló, su voz fue apenas un susurro cargado de verdad.
—Si mi bebé estuviera vivo… y necesitara algo así… no me importaría rogarle a Declan, aunque lo odie con toda el alma.
Luego levantó la vista con los ojos humedos.
—No te estoy juzgando, Kate. Pero creo que, en esta situación, lo importante es Oliver. Y si Grayson es una posibilidad…
Kate se levantó de golpe y cruzo los brazos sobre el pecho, como si así pudiera protegerse.
—Voy a salvarlo —dijo, con un nudo en la garganta—. Lo haré. Conseguiré ese donante, como sea. Y volveremos a ser los mismos de antes. Pero Grayson… él no. Él no va a enterarse.
Aisling la miró en silencio y por fuera, asintió lentamente, sin decir nada. Pero por dentro… sabía que esa era la mayor equivocación de su amiga. Y también sabía que era inútil discutir con una madre desesperada.

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