C58-PRUEBA DE AMOR.
Adler había ordenado que nadie los molestara, la mansión estaba en silencio, con los guardias apostados lejos del ala privada, y en la sala pequeña junto a la chimenea, él, Gianna y Lily se habían refugiado. La niña estaba sentada entre ambos, con una manta sobre los hombros y un chocolate caliente que apenas probaba.
Adler no dejaba de mirarla. Cada gesto suyo, cada respiración temblorosa, le recordaba el infierno del que había tenido que sacarla.
—Mi amor… —dijo en voz baja—, ¿te hicieron daño?
Lily negó con la cabeza, pero sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Tenía miedo, papi. Había hombres… eran malos. Uno me agarró fuerte y pensé que no me ibas a encontrar.
El corazón de Adler se quebró, le tomó la carita con las manos y la besó en la frente, apretando los ojos para contener el llanto.
—Perdóname, Lily. Perdóname por no haberte protegido.
La niña lo miró confundida.
—No fue tu culpa. Ellos eran malos… y mi mamá…
Gianna acarició el cabello de la niña y le habló con ternura.
—Tu papá nunca dejó de buscarte, cielo. Y en cuanto a tu mami… A veces los adultos cometemos errores, Lily… no la juzgues por eso y… —Gianna puso una mano en su pecho—. Siempre llévala aquí.
Lily se inclinó hacia Gianna, rodeando su cuello con los brazos y escondiéndose en su pecho.
—Yo te soñaba, Gianna. Soñaba que venías conmigo y me decías que todo iba a estar bien.
Gianna cerró los ojos, tragando el nudo en la garganta.
—Y aquí estoy, cariño. No vamos a dejar que nadie te lastime otra vez.
Al día siguiente, la mañana transcurría con un frágil intento de normalidad. Gianna vestía a Lily con paciencia y ternura, acomodándole los lazos mientras la niña reía. Sin anunciarse, Ingrid entró en la habitación y la temperatura bajó como si alguien hubiera abierto una ventana al invierno.
—Yo no… —susurró.
Ingrid se acercó un paso más, ahora con la mirada implacable.
—Sí, lo hiciste. Y aunque quieras vestirlo de necesidad, de tragedia o de circunstancias, no borra lo que eres. Y ahora, por tu pasado, mi nieta fue secuestrada. Mi nieta, Gianna. ¿Tienes idea de lo que eso significa? —Su voz se quebró un instante en furia y dolor, pero se recompuso de inmediato—. Y no puedo perdonarte que la arrastraras a ese peligro.
Gianna no dijo nada por un momento, porque todo lo que había dicho era verdad.
—Señora —habló finalmente, temblorosa y con la culpa asomando—. Jamás permitiría que le pasara algo a Lily. Yo la amo…
—¡No uses esa palabra! —escupió Ingrid—. Una mujer como tú no merece ser la madre de mi nieta, únicamente eres la sombra de escándalo que la marque de por vida.
La acusación cayó con todo el peso de la vergüenza, haciendo que Ingrid diera el golpe final.
—Y si de verdad la amas, si de verdad dices querer a mi hijo, entonces aléjate. Por el bien de Lily y de Adler, vete y no vuelvas nunca. Esa es la única prueba de amor que puedes darles.

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