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CONQUISTANDO A MI EXESPOSA SECRETA romance Capítulo 59

C59-OFERTA LABORAL.

Kate se quedó helada y sintió que el corazón se le detuvo un segundo. Pero no se dejó vencer por el temblor en las piernas; se aclaró la garganta, se obligó a levantar la barbilla y, sin mirarlo más de lo necesario, cerró la puerta detrás de ella.

—Señor Maxwell. ¿Qué hace aquí? Supuse que ya no estaría en la ciudad.

Grayson la miró y no solo la miró, la estudió con detenimiento. Su ceño se frunció al notar sus ojeras y los ojos enrojecidos; llegó a la conclusión de que ella había estado llorando.

—¿Estabas llorando?

Kate tragó saliva, sintiendo cómo la máscara de hielo se resquebrajaba por un segundo, pero no dejó que cayera.

—Si lloro o no, no es asunto tuyo. ¿Qué haces aquí?

Él dejó salir el aire por la nariz, como si contara hasta diez para no estallar. Y luego fue directo al punto.

—Necesito tus servicios.

—¿Mis servicios? ¿Qué quieres? ¿Que divorcie a otra amante?

El estómago se le revolvió con solo decirlo. Las imágenes de él con Sienna aún la desgarraban.

—Kate… no quiero pelear, ¿bueno? Y no, no quiero que divorcies a nadie. El problema es mío, necesito ayuda legal.

Ella sintió la curiosidad picarle por dentro, pero no se permitió ceder.

—Pues no. No me voy a trabajar contigo, Grayson. Así que puedes irte.

Él apretó los puños a los costados y cerró los ojos un momento, buscando la fuerza para no perder la compostura. Pero Kate era demasiado, siempre había sido demasiado.

—¿Ni siquiera vas a escuchar de qué se trata?

—No, porque no me interesa. Creo que fui bastante clara cuando te dije que no quería volver a verte. Desaparece de mi vida, hazme el favor.

Las palabras fueron cuchillas, pero Grayson no se movió y mucho menos se rindió.

—Te pagaré bien. Tú solo pon la cifra y te la daré. Hablo en serio, Kate...

Grayson la miró unos segundos. Parecía debatirse entre explotar o suplicar otra vez. Pero no dijo más; su expresión cambió, sus ojos se apagaron y, como si algo dentro de él se hubiera roto, se dirigió a la puerta.

Kate no se movió, no dijo nada, ni siquiera cuando él se fue. Sabía que había hecho lo correcto, aunque en su interior le doliera como el infierno.

Al día siguiente, estaba en su oficina, con la cabeza llena de números, nombres, documentos y fechas. Ahora más que nunca, se esforzaba por mantenerse enfocada; tenía que conseguir dinero.

Intentaba leer un artículo jurídico, pero en el fondo de su mente, volvía la misma idea: la oferta de Grayson. Su propuesta… la suma que estaba dispuesto a pagarle. Pensaba en llamarlo. En ceder. En decírselo todo. Pero cada vez que esa idea se hacía fuerte, Kate la aplastaba.

Estaba a punto de retomar el hilo de la lectura cuando un alboroto afuera interrumpió el silencio. Se escuchaban tacones fuertes, voces murmurando, pasos apresurados.

Un segundo después, la puerta de su oficina se abrió, ella levantó la vista… y palideció al instante.

Una mujer de unos cincuenta años, elegante y de porte altivo, estaba en la puerta, caminó hasta la silla y dejó su bolso con desprecio, para luego mirarla como si quisiera destruirla.

—¿Señora Reid? —preguntó Kate, viendo después de tanto tiempo a la madre de Ethan.

—Seré breve —dijo, arrastrando cada palabra—. Aléjate de mi hijo. Ya bastante daño le hiciste una vez y no pienso permitir que se repita.

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