C67- HABITACION COMPARTIDA.
El resto del vuelo fue un campo minado de silencios largos, miradas evasivas y pensamientos que ninguno se atrevía a decir en voz alta. Grayson no había dejado de pensar en el maldito mensaje. "Mi amor."
Dos palabras que le estaban carcomiendo el cerebro.
¿Quién carajos era? ¿Desde cuándo? ¿Por qué se empeñaba en torturarse cuando sabía que no podía tenerla?
Kate, por su parte, se había vuelto más fría que el hielo. Contestaba con monosílabos, no lo miraba a los ojos, y cada vez que él intentaba acercarse —aunque fuera para ofrecerle café o una manta— lo ignoraba como si fuera aire. Y aunque su boca estuviera sellada, su cuerpo hablaba con claridad: estaba tensa, a la defensiva, lista para atacar.
Entonces, el piloto anunció que iban a aterrizar.
Bajaron del avión sin cruzar una palabra y subieron a un auto negro con vidrios polarizados que los esperaba en la pista. El trayecto al hotel fue igual de tenso. Solo el sonido del tráfico y el clic de los mensajes en el celular de Kate llenaban el espacio. Grayson fingía mirar por la ventana, pero no podía dejar de verla con el rabillo del ojo. Le hervía la sangre cada vez que ella sonreía mirando la pantalla.
Cuando llegaron al hotel, el ambiente cambió de forma abrupta.
El lobby era elegante y el recepcionista, un joven con marcado acento y sonrisa amable, los atendió enseguida.
—Bienvenido, señor Maxwell, su suite nupcial está lista.
Kate se congeló.
—¿Qué? —preguntó, parpadeando—. ¿Suite nupcial?
El recepcionista consultó la computadora, aún sonriendo.
—Sí… ¿no fue usted quien confirmó la reserva?
Kate negó con la cabeza, muda, y Grayson arqueó una ceja con diversión.
—Mi asistente debe haber hecho el check-in por nosotros —dijo con fingida inocencia—. Pensé que era una suite doble normal, seguro se equivocó, pero déjelo así. Estaremos bien.
Kate lo miró como si fuera a matarlo.
—¿Una suite nupcial, Grayson? ¿Estas loco?
—¿Qué quieres que te diga? Me gusta el espacio —le guiñó un ojo—. Y la cama King.
Ella apretó la mandíbula.
—Voy a matarte en este viaje. Te lo juro.
—¿Antes o después de dormir abrazaditos? —susurró él, inclinándose hacia ella.
—Apártate y si intentas algo, te voy a clavar el control remoto en el ojo.
El, no se inmutó.
—Asegúrate de hacerlo con amor.
La recepcionista, incómodo y sonrojado, deslizó las tarjetas sobre el mármol.
—Disculpen… ¿debería cambiar la habitación?
Kate abrió la boca para gritar que sí, pero Grayson la interrumpió con su sonrisa de tiburón.
—No. Está perfecta.
Kate se giró bruscamente y caminó hacia el ascensor sin esperar a nadie. Grayson la siguió silbando, como si acabaran de entrar en luna de miel. Y aunque ella quisiera matarlo, pero, el muy idiota aún lograba que se le acelerara el corazón.
Cuando entraron, la suite era puro lujo, el mármol del baño, el sillón junto a la chimenea eléctrica, la alfombra que parecía tragar los pies y en el centro, como si se burlara de ellos, una cama king size cubierta de sábanas blancas perfectamente dobladas.
Kate soltó un suspiro furioso y tiró su bolso en el sofá.
—Esto no es negociable —dijo sin mirarlo—. Yo duermo aquí. Tú en el sofá.
Grayson dejó su chaqueta con calma sobre una silla y aflojó los primeros botones de su camisa.
—Y ni se te ocurra moverte durante la noche.
El se acomodo mejor, su cuerpo rozando el de ella deliberadamente.
—No te preocupes, cariño —murmuró con los ojos cerrados—. Dormiré como un bebé… abrazándote toda la noche.
Kate lo golpeó con la almohada sin pensarlo.
—¡Grayson!
Él soltó una carcajada suave. Y aunque no quería y se decía que lo odiaba, sonrió. Solo un poquito, solo por dentro.
Pasaron unos minutos y finalmente Kate se quedó dormida; tenía el ceño aún ligeramente fruncido, las manos bajo la almohada, como una niña enfurruñada. Grayson, en cambio, seguía despierto, con los ojos abiertos en la oscuridad.
Giró la cabeza y vio que ella respiraba tranquila.
Sin hacer ruido, salió de la cama y fue hasta el teléfono móvil que había dejado sobre la mesita de noche. Lo tomó con cuidado y tocó la pantalla, al instante apareció el bloqueo.
—Mierd4… —murmuró en voz baja.
Intentó un par de combinaciones rápidas, pero no funcionó. Kate era lista.
Dejó el celular en su sitio y lleno de frustración.
«¿Quién carajos eres, “mi amor”?»
Se recostó de nuevo, mirando el techo, pero su mente no lo dejaba en paz.
—¿Acaso es ese imbécil de Ethan?—murmuró por lo bajo, con la mandíbula apretada—. ¿O es ese tal Máximo García?
Volteó hacia ella, quien dormía como si no tuviera enemigos. Como si el mundo no se estuviera cayendo a pedazos entre ellos, cerró los ojos… y en su corazón deseó ser el único que pudiera hacerla dormir así de tranquila y al que pudiera guardar en sus contactos como: mi amor.

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