C70-PEQUEÑA PERVERTIDA.
Grayson miró el teléfono, luego abrió el archivo que su asistente le había enviado. Y lo primero que apareció fue una foto de un hombre musculoso, bronceado, con aspecto de galán y un atributo que claramente no era del tamaño estándar.
Sus ojos se abrieron como platos.
—Veintitrés centímetros… —leyó en voz baja, escandalizado—. ¡¿VEINTITRÉS?! ¡¿PERO QUÉ ES ESTO, UN B**E DE BÉISBOL?!
Mason levantó la vista desde el sofá, curioso, y Grayson que estaba tan concentrado leyendo la maldita biografía del actor porno, no se dio cuenta de que su amigo se detuvo detrás de él, con una ceja levantada.
—¿Qué estás viendo con esa cara?
Grayson dio un respingo y giró el teléfono hacia su pecho como si escondiera pornografía en plena misa.
—Nada. Trabajo. Cosas aburridas. Anda, respira por la nariz y no te metas.
Mason, por supuesto, no le hizo caso.
—¿Trabajo, eh? —alargó la palabra con tono sospechoso—. ¿Desde cuándo “trabajo” te deja con los ojos como platos y sudando?
Grayson intentó girarse, pero Mason ya estaba demasiado cerca y aunque Grayson trató de guardar el teléfono, no fue lo suficientemente rápido; Mason se lo quitó y leyó.
—¡Oh por Dios! —soltó Mason al ver la pantalla—. ¿Grayson? ¿En qué momento cambiaste de gustos? ¿Estás explorando tu lado oscuro?
—¡No soy gay! —le soltó el otro de inmediato, arrebatándole el teléfono de las manos—. ¡Estaba haciendo una investigación!
—¿Investigación o fantasía encubierta? —Mason alzó una ceja, con una risa contenida—. Porque si es lo segundo, no juzgo, hermano. El tipo está de infarto.
—¡No es eso! —gruñó Grayson, rojo hasta las orejas.
—Ajá… claro. Mira, no me mires así. Solo digo que si estás insatisfecho con lo que Dios te dio, te apoyo. Pero…
Se giró, volvió a mirar la foto del tipo en la pantalla que Grayson no había alcanzado a bloquear del todo y soltó un silbido bajo.
—Tengo que admitirlo… ese Máximo está cargado, ¿eh? —dijo, señalando con la barbilla la entrepierna del modelo—. Pero igual te digo: no es el tamaño, es el uso. Y yo con mis humildes veinte centímetros estoy feliz.
Grayson lo miró como si quisiera estrangularlo.
—¡No es por eso! ¡Es porque Kate dijo que ese era “el hombre de sus sueños”! ¡Quiero saber qué carajos tiene ese idiota que yo no!
Mason lo miró un segundo, luego se tumbó de nuevo en el sofá, riéndose a carcajadas.
—¡Grayson! ¡Estás celoso de un actor porno español con nombre de champú! Esto es glorioso. ¡Ya entiendo por qué estabas tan tenso! Estás compitiendo con una manguera humana.
—No estoy compitiendo con él. Solo… estoy haciendo un análisis comparativo para entender el daño cerebral que tiene Kate.
Mason se carcajeó.
—Wow… Bueno, entiendo por qué estás tan inseguro, bro. Ese tipo parece que puede partir nueces con lo que tiene colgando.
—¡Cállate! —bufó Grayson—. No puedo competir con eso. ¡Soy empresario, no una estrella porno! ¡Ni siquiera tengo acento español, maldit4 sea!
—Podrías fingirlo —sugirió Mason, riéndose aún más—. Hola, Kate… soy Máximo. Vengo a… entregarte justicia.
Grayson se frotó la cara con las manos, furioso, avergonzado y con ganas de matar a alguien.
—¿Así que ese es el hombre de tus sueños, Kate? —murmuró para sí—. Pequeña pervertida. ¡Te entusiasmas por un actor porno con nombre de telenovela!
Mason seguía riendo como si le hubieran contado el mejor chiste del año.
—Oye… por lo menos ahora sabemos qué tipo de estándares tiene. Mira el lado positivo del asunto.
Grayson lanzó un cojín que Mason atrapó en el aire, muerto de risa.
—S-sí.
Kate alzó una ceja al ver su cuello, su mirada fue directa a la pajarita torcida.
—No pensarás ir así, ¿verdad?
Y antes de que pudiera protestar, se puso frente a él y empezó a acomodársela. El se quedó quieto, sintiendo el roce de sus dedos, el calor de su cuerpo tan cerca, su mirada bajó a su escote, a su cuello, a su boca roja... joder, la deseaba y la necesitaba.
—Estás… —murmuró, cerca de su oído—. Estás hermosa.
Kate se detuvo y durante una milésima de segundo, también lo sintió. Esa electricidad, Esa atracción que no sabían manejar. Pero se contuvo. Respiró hondo y retrocedió un paso.
—Ya está. Ahora sí pareces un invitado —dijo, seca, girándose para irse.
Pero él la tomó de la muñeca.
—Kate…
Ella se volvió y los dos estaban demasiado cerca, otra vez, su mirada era intensa, como si quisiera decir algo importante y entonces, sonó el teléfono de ella.
Ambos bajaron la vista a la pantalla y Grayson vio el nombre.
“Mi amor”
—Yo… tengo que contestar —dijo tensa, soltándose de su agarre. Tomó el teléfono y caminó al balcón.
Grayson se quedó parado un segundo, procesando.
¿Mi amor? ¿Otra vez ese maldito amor?
Pero esta vez, no iba a quedarse con la duda, ni a morirse de celos en silencio; con pasos firmes, la siguió.

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