C76-PALABRAS NO DICHAS.
Grayson la miró con ojos oscuros, cargados de una mezcla de deseo y algo más profundo, algo que solo ella podía sacar de él. Sus labios se cerraron sobre los de Kate en un beso que no era solo pasión, sino posesión pura. Lenguas que se entrelazaban, mordiscos que dejaban marcas, gemidos que se perdían entre sus bocas.
Con un movimiento firme, le sujetó las muñecas y las inmovilizó sobre la almohada, clavándola bajo su peso.
—Esta vez no vas a huir —gruñó contra su boca—. Vas a gemir mi nombre hasta quedarte sin voz.
Kate sintió esas mariposas en el estómago que solo él le provocaba, ese revoltijo de nervios y deseo que la hacía sentir como una adolescente enamorada.
Pero Grayson no se apresuró. No, él quería saborearla. Bajó, mordiendo sus pezones hasta hacerla arquearse, pasando la lengua por su abdomen, por esa piel sensible que temblaba bajo sus labios. Y cuando llegó a su entrepierna, se detuvo justo cuando ella levantó las caderas, suplicando.
—¿Tanto lo necesitas? —preguntó, con malicia—. Pídelo.
—Grayson… por favor… —jadeó ella, ya al borde.
Y entonces entró de golpe, haciéndola gemir. Sus embestidas eran profundas, lentas, calculadas para sacarle cada sonido, cada temblor. Y al mismo tiempo, la miraba a los ojos, viendo cómo perdía el control, cómo se derretía por él. Y todo dentro, Grayson ardía, porque en realidad, no sólo de deseo, sino de algo más peligroso, algo que no se atrevía a nombrar, pero que él sabía: amor.
Porque si, Grayson Maxwell, se había enamorado de ella.
Tal vez desde el primer momento en que la vio. Porque desde ese día, Kate Langley se había quedado a vivir en su mente… y en su corazón. Años enteros castigándose por sentir algo por ella. Por anhelarla en silencio, por soñar con su voz, con su risa, con su piel, años en los que quiso olvidarla, pero no pudo.
Y entonces, antes de desaparecer de su vida para siempre, sólo quiso verla una última vez. Pero no pudo irse. Era como si estuviera anclado a ella, atado con un hilo invisible que lo arrastraba sin piedad hacia su destino y aunque sabía que no tenía derecho, alejarse de Kate era simplemente imposible.
Por eso iba a tomar el riesgo.
Iba a luchar por ella. Contra quien fuera, contra todos. Nunca se imaginó teniendo una familia, ni un lugar al que pertenecer, pero ahora sí, ahora lo quería. Quería a Kate y un futuro con ella.
Y esta vez… no iba a rendirse.
—Kate… —murmuró, sintiendo cómo lo apretaba alrededor—. ¿Dime que nadie te hace sentir asi?
Ella estaba al borde otra vez, con sus músculos tensándose. Grayson la penetró con un ritmo salvaje y la besaba, ahogando sus gritos en su boca.
Y cuando Grayson finalmente estuvo a punto de explotar, la clavó en la cama, empujando hasta el fondo.
—Córrete conmigo…
Kate estaba perdida en el placer, pero de pronto recordó.
—Dentro no… Grayson, espera… —dijo temblorosa.
Pero Grayson no se detuvo. Más bien, la miró directamente a los ojos mientras se derramaba en ella.
—Tal vez eso es lo que quiero, verte con mi hijo —susurró con una voz cargada de algo que sonaba peligrosamente a amor—. Tal vez siempre lo he querido.
Kate lo miró, impactada, pero el placer fue más fuerte. Y cuando todo terminó, se quedaron entrelazados, sin palabras, porque algunas cosas no necesitan ser dichas, algunas solo se sienten.

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