C83-NO ESTARÁS SOLA.
Grayson entró en la habitación con pasos lentos, como si cada movimiento requiriera una fuerza que no tenía. El corazón le golpeaba fuerte en el pecho mientras sus ojos no se despegaban del pequeño cuerpo dormido en la cama.
Oliver, su hijo.
Se acercó con cautela, conteniendo el temblor en las manos, y se detuvo junto al borde. Lo miró de cerca, era hermoso y tan parecido a él. Tenía la misma forma de la mandíbula, la misma nariz recta, pero lo que más lo dejó sin aliento fueron los ojos. Aunque cerrados, los recordaba.
Azules. Profundos. Los mismos que veía cada vez que se miraba al espejo.
Una presión cálida le subió por el pecho y le apretó la garganta. Detrás de él, Kate habló en voz baja, casi como si le costara soltar las palabras.
—Lo descubrí poco después de que te fuiste.
Grayson giró apenas la cabeza, sin despegar del todo la vista de Oliver. La culpa lo atravesó como un puñal y el nudo en la garganta creció. Ella había estado sola todo ese tiempo, embarazada de él.
Kate respiró hondo.
—Lo tuve en Escocia, me fui porque no quería que lo supieras.
Él se volvió completamente y su mirada se fijó en la de Kate. Y allí estaba. El dolor. El miedo. Todo lo que ella había guardado por años, lo sintió como un golpe directo al pecho. Kate cruzó los brazos y se abrazó a sí misma, intentando contener el temblor en todo su cuerpo.
—Oliver siempre fue un niño muy listo. Desde pequeño preguntaba por ti. Siempre quería saber por qué no estabas, por qué los otros niños tenían papás que los recogían del colegio y él no. Muchas veces… muchas veces quise llamarte. Pero el miedo siempre terminaba ganando.
Grayson la miró, con los ojos húmedos, y dio un paso hacia ella.
—Si me lo hubieras dicho… —la voz se le rompió—. Si me lo hubieras dicho, Kate, yo no te habría rechazado.
Ella sonrió con tristeza.
—Lo siento, sé que debí habértelo dicho, pero tenía tanto miedo…
—¿Miedo de qué, Kate?
—Miedo de que me odiaras, más. Miedo de que, cuando supieras que era tuyo, lo vieras como una extensión de mí… y no lo quisieras. Porque tú… tú odias todo lo que viene de mi familia.
Grayson frunció el ceño, sintiendo el puñal clavado en el estómago, pero lo merecía.
—Yo nunca podría odiarlo… —dijo en voz baja—. Y menos ahora, sabiendo que es mío… que es nuestro hijo.
Kate respiró hondo y su mirada bajó a las manos que sostenía con fuerza frente a su pecho.
—Muchas veces necesité que estuvieras ahí, ¿sabes? Cuando estuve sola en ese hospital… cuando él lloraba y yo no sabía qué hacer… cuando tuve miedo de no poder con todo. A veces agarraba el teléfono… marcaba tu número… y colgaba. ¡Cada maldita vez!
Grayson se llevó una mano a la cabeza, como si necesitara que el aire volviera a entrarle en los pulmones. La imagen de Kate sola, aterrada, con un recién nacido entre los brazos y sin nadie a su lado, le desgarró el alma. Se maldijo por dentro. Por haber estado lejos, por no haber sabido, por no haberla buscado, por no haber peleado por ella.
—Dios… —susurró —Estuviste sola. Tenías a mi hijo… y no había nadie contigo.

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