El repartidor, algo nervioso, soltó:
—La florería dijo que ese señor contrató el servicio por tres meses. ¿Ya se va a ir tan pronto? ¿Podría darnos la nueva dirección para seguir entregando las flores?
¿Señor?
Los ojos de Joana brillaron, astutos.
Era un hombre.
Y encima, había pedido flores para tres meses.
Eso era como seguir la tradición de que cuando alguien se lastima los huesos, hay que cuidarlo al menos cien días.
Entre las personas que sabían que ella estaba internada, solo había familiares y amigos cercanos.
Descartando al abuelo y a Sebastián...
La imagen de Arturo, con esa cara de diablillo, cruzó por su mente en un parpadeo.
Joana le respondió al repartidor, sin ser directa:
—Si es mi amigo, seguro sabe mi dirección. Yo le avisaré que ya salí del hospital, así que pueden esperar a que él los contacte para seguir con las entregas.
El repartidor agradeció y se marchó.
Con el ramo en brazos, Joana iba de regreso a casa cuando le mandó un mensaje a Arturo.
[Joana]: Sr. Zambrano, ¿tú me mandaste estas flores?
[Joana]: [foto]
[Joana]: Están súper lindas~
Mientras esperaba la respuesta de Arturo, Joana aprovechó para buscar el significado de esa flor.
Apenas terminó de escribir, apareció su mensaje.
[San Cuchillo]: No fui yo.
[Joana]: Ok~ Hoy me dieron de alta, te invito a comer pronto.
[San Cuchillo]: ¿Tan rápido?
Antes de que Joana contestara, la llamada de Arturo entró directo.
—¿Ya estás bien? ¿Vas a salir ahora? Pudiste quedarte en el hospital un rato más. Si la familia Osorio necesita apoyo económico, yo puedo...
—No es eso —lo interrumpió Joana—. Ya estoy bien, el doctor dijo que la fractura en mi mano no es tan grave. Si me quedo más tiempo, hasta podría estar peor.
Hubo unos segundos de silencio al otro lado antes de que Arturo hablara, con voz seria:


VERIFYCAPTCHA_LABEL
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Cuando el Anillo Cayó al Polvo