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Cuando el Anillo Cayó al Polvo romance Capítulo 369

—¡Señorita guapa, ya regresó!

Carolina le sonrió de oreja a oreja, mostrando una alegría contagiosa.

Al verla así, a Joana se le iluminó el día.

—Sí, ¿te portaste bien hoy? Dime la verdad, ¿Lisandro no te molestó?

Carolina soltó una risita traviesa y, algo incómoda, lanzó una mirada rápida hacia la cocina.

Joana sintió una punzada de alarma.

—No me digas que otra vez fue a hacer desastre a la cocina de tu casa…

—Pues no del todo —contestó Carolina meneando la cabeza de manera pícara.

Joana se quedó con la duda, sin entender nada.

Pero cuando se acercó a la puerta, entendió a la perfección lo que “no del todo” significaba.

En ese preciso momento, dentro de la cocina, dos figuras —una grande y una pequeña— se afanaban en la estufa, moviendo ollas y sartenes como si fueran chefs profesionales.

Eran Arturo y Lisandro.

A Joana casi se le cae la quijada al verlos.

Con Lisandro ya estaba acostumbrada… ¿pero Arturo también se había unido al complot?

Además, no podía ignorar un ligero olor a comida quemada, pero no logró descubrir inmediatamente de dónde venía.

—¿Qué están haciendo…?

Ambos escucharon el ruido en la entrada.

Lisandro gritó:

—¡Mamá, mejor sal! ¡El humo del aceite arruina la piel! Tú siéntate y espérate a comer, ¿sí?

—Eso, yo lo vigilo, no hay problema —dijo Arturo con total tranquilidad, mientras lucía un delantal en la cintura y agitaba el sartén donde las verduras ya se veían más negras que verdes.

A Joana le costaba trabajo confiar en ellos.

Cuando por fin los dos terminaron de cocinar, Carolina aprovechó la primera oportunidad y, fingiendo estar llena de botanas, se escabulló al instante.

—Pff, no saben apreciar lo bueno.

Arturo y Lisandro, cada uno de un lado, dijeron la frase al mismo tiempo.

Luego, sin planearlo, se miraron el uno al otro con desdén, como si fueran archienemigos.

—Mamá, prueba esto, es carne de res con zanahoria, ¡te prometo que esta vez sí quedó bien!

—Ajá, claro, ni sabes si la carne se hierve o se fríe, y todavía quieres presumir.

—¿Y tú qué presumes? Cuando tú haces sopa de jitomate con huevo ni le pones azúcar.

—El azúcar es para realzar el sabor, ¿a poco no sabes, escuincle?

Y así, los dos, grande y chico, empezaron a discutir como si el mundo se fuera a acabar.

Capítulo 369 1

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