Al escuchar a Tobías, Belén solo negó con la cabeza.
—No.
Su actitud era un poco distante, claramente no estaba de buen humor.
Tobías entendía bien la razón: era evidente que la presencia de Fabián y Frida a su lado le incomodaba. Se acercó más a ella y, bajando la voz, preguntó:
—Oye, preciosa, ¿te gusta estar arriba o prefieres abajo?
Al oírlo, Belén se irguió de golpe, las mejillas encendidas. Miró a Tobías, avergonzada y molesta.
—Tú...
Tobías también se enderezó. La miraba con una sonrisa descarada, llena de picardía.
—Mira nada más, ya estás pensando de más —dijo, usando un tono serio que no coincidía con el brillo travieso en sus ojos.
Belén apenas soltó el aire, tratando de calmarse, cuando Tobías se inclinó de nuevo, tan cerca que sus labios rozaron la mejilla de ella. Con voz burlona, volvió a insistir:
—Entonces, dime, preciosa, ¿te gusta estar arriba o abajo?
—¡Tobías, ya basta! —Belén le apuntó con el dedo, enojada.
Tobías soltó una carcajada y, en un movimiento rápido, sujetó el dedo de Belén, llevándoselo al pecho, justo sobre el corazón. La miró con una intensidad tan marcada que por un momento el bullicio a su alrededor pareció desaparecer.
—Para conocer a un hombre no basta con mirarlo —empezó, con voz profunda—. Hay que sentirlo, con el corazón, con el cuerpo. Lo bueno o malo de un hombre no se ve en la cara, se nota en la cama. ¿O no es así, preciosa?
Mientras hablaba, Tobías se acercó aún más, casi pegándose a ella, sin apartar la mirada, como si quisiera grabar cada expresión en el rostro de Belén.
El rubor de Belén se extendió hasta sus orejas y bajó por su cuello. Evitó mirarlo, esforzándose por mantener la compostura mientras fingía poner atención en el escenario, donde el presentador seguía hablando. La verdad, no escuchaba ni una sola palabra.
Por otro lado, Fabián permanecía relajado, con una pierna cruzada sobre la otra, escuchando al presentador con aire despreocupado. De vez en cuando, giraba hacia Frida para decirle algo en voz baja. La cercanía entre ambos no pasó desapercibida y provocó que varios asistentes cuchichearan.
Fue durante una de esas pláticas al oído cuando Fabián, por casualidad, notó a Belén y Tobías sentados al costado. Estaban tan juntos, y la actitud de Tobías —tan pegado a ella, con su mano atrapando la de Belén sobre el corazón—, hacía que cualquiera pensara que eran pareja.
—Sí, está muy bonita —contestó Fabián finalmente.
La pulsera era, en efecto, espectacular. El color, la pureza, la transparencia, todo denotaba lujo y perfección; no tenía ni una sola grieta y su valor era evidente.
Al otro lado, Belén también había notado esa pulsera. Hasta entonces, había visto desfilar las joyas con una expresión imperturbable, como si nada de eso tuviera valor para ella. Pero cuando vio la esmeralda, sus ojos se iluminaron.
Tobías, atento a cada gesto, se dio cuenta enseguida del interés de Belén.
Cuando el presentador anunció el precio de salida, Tobías levantó la paleta sin dudar.
—Diez millones.
La base era de cinco millones, pero Tobías la superó al instante, subiendo el precio a la mitad.
Con ese solo movimiento, los que estaban detrás de él ni siquiera se atrevieron a pujar.

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: De Esposa Desechable a Cirujana Renacida
Faltan muchos capitulos y a los que hay les falta parte del texto. Asi es imposible. Te gastas dinero para leer u te toman el pelo....