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De Esposa Desechable a Cirujana Renacida romance Capítulo 158

En un lugar tan agradable como ese, Frida de verdad deseaba quedarse para siempre, sin pensar en marcharse.

Sobre la mesa baja, rodeando la fogata, había toda clase de brochetas recién asadas, además de cerveza caliente y vino tinto. El aroma de la comida y el calor del fuego creaban un ambiente casi mágico.

Edgar y Lucas se mantenían sentados, comiendo sin parar y probando el vino, mientras de vez en cuando lanzaban una mirada hacia la “familia” que jugaba y reía no muy lejos: Fabián, Frida y la pequeña Cecilia.

Pasó un rato y Edgar, después de revisar su celular, soltó una carcajada que resonó sobre las olas.

—Lucas, mira esto —dijo, mostrándole la pantalla—. Apenas solté algunos rumores sobre las fechorías de Hugo en internet y de inmediato un montón de gente salió a apoyarme, incluso empezaron a criticarlo. Pero eso no es nada, resulta que lo han tenido encerrado en su casa varios días, y lo mejor es que cuando salió disfrazado hace dos noches, lo atraparon y le pusieron una buena golpiza. Encima, le lastimaron la mano…

Edgar negó con la cabeza y chasqueó la lengua con una burla apenas disimulada.

—Imagínate, Lucas, un cirujano con la mano herida… —comentó—. ¿No es igual que un inútil?

Terminó de hablar y su risa se volvió aún más estruendosa, como si el destino de Hugo fuera su mayor motivo de orgullo.

Lucas, sin embargo, escuchaba todo con el ceño fruncido, sin mostrar la menor complicidad ante los comentarios de Edgar.

Pero a Edgar no le importaba en lo más mínimo la actitud de Lucas, y tras volver a mirar su celular, siguió hablando.

—Solo lancé la primera piedra y los demás hicieron el resto. La gente en la red está más molesta que yo, y ya hasta lo acusan de aceptar sobornos y de manejar dinero ilegal. Apenas los incité tantito y enseguida aparecieron los que quieren hundirlo…

En ese momento, Lucas intervino, su voz sonó firme y directa.

—Edgar, ¿de verdad crees que lo que estás haciendo está bien?

La pregunta incomodó a Edgar, quien volteó con molestia hacia Lucas.

—¿Y por qué no habría de estarlo? —reviró—. Si él se atrevió a fijarse en la mujer de Fabián, tenía que saber que esto podía pasarle. Nadie lo obligó a meterse con quien no debía.

Lucas suspiró, su mirada era seria y cargada de preocupación.

—Fabián no la quiere. No puedes esperar que Frida pase el resto de su vida con el título de señora Rojas solo porque sí. Aunque siga casada, ella también tiene derecho a buscar la felicidad.

Las palabras de Lucas irritaron más a Edgar, quien no tardó en soltar:

—Mejor cállate, Lucas, creo que ya te hace falta ir al doctor a revisar esa cabeza tuya.

Lucas, sin prestarle mucha atención al enojo de Edgar, continuó:

A lo lejos, el sonido de las olas golpeando la orilla mitigaba la tensión. Fabián estaba ocupado con Frida y Cecilia, ayudándolas a buscar estrellas de mar y atrapar cangrejos, ajenos a la pelea que se desarrollaba cerca de la fogata.

La discusión entre Edgar y Lucas escaló tanto que ambos terminaron con el rostro enrojecido y el tono de voz elevado, a punto de llegar a los golpes.

Finalmente, Lucas, al ver que no podía convencer a Edgar, se levantó y se marchó del hotel, furioso.

Apenas cruzó la puerta, se topó de frente con Belén, quien acababa de bajar de un taxi.

Ella levantó la mirada, y al reconocer a Lucas, una pequeña sonrisa se asomó en su cara. Estaba claro que había encontrado el lugar correcto.

Lucas, confundido, le preguntó:

—Belén, ¿qué haces aquí?

Belén siempre había tenido esa costumbre de aparecer de la nada, casi como si pudiera leer los pensamientos de los demás. Sin embargo, hacía ya mucho tiempo que no se comportaba así.

Lucas había llegado a pensar que Belén había dejado atrás esa manía de estar siempre cerca de Fabián. Pero, al parecer, no podía cambiar tan fácil.

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