Fabián no es que no entendiera la indirecta, simplemente no quería meterse en discusiones con ella.
Mientras veía la silueta de Belén alejarse, le dijo con voz grave:
—Mansión Armonía también es tu casa.
Belén soltó una risa incrédula y le contestó:
—¿De verdad?
¿Mansión Armonía era su casa?
Quizá lo fue en el pasado, pero ahora ya no lo sentía así.
Desde que Frida se mudó, la dueña de Mansión Armonía ya no era Belén.
Fabián no respondió al comentario cargado de amargura de Belén. En cambio, fue directo:
—Cecilia necesita que la cuides.
Belén, sin pensarlo mucho, soltó de inmediato:
—Fabián, yo también tengo trabajo, no puedo estar todo el tiempo al pendiente de Cecilia.
Fabián se mantuvo mirando su espalda, su voz se escuchó firme:
—Pero yo igual tengo que trabajar. Si tú no cuidas de Cecilia, ¿quién lo va a hacer?
Al oír eso, Belén sintió cómo la molestia le subía por la garganta. Se giró, fulminándolo con la mirada:
—Entonces que lo haga Fri...
Iba a decir que Frida se hiciera cargo, pero antes de que terminara la frase, Fabián la interrumpió:
—Frida fue a visitar a su familia. No va a regresar pronto.
Al escuchar esas palabras, Belén solo pudo quedarse en silencio.
Ahora todo tenía sentido. Por eso Fabián le había llamado esa mañana, pidiéndole que pasara a dejar a Cecilia. Por eso le había pedido ayuda con la ropa y le había insistido para que volviera a vivir a Mansión Armonía.
Todo estaba claro.
Era porque Frida no iba a estar por un tiempo, así que la necesitaban y le abrían la puerta de nuevo.
Belén sentía ganas de reírse, pero la tristeza le apretaba el pecho. No tenía fuerzas para discutir ni para decir nada más. Simplemente bajó las escaleras, sin mirar atrás.
...
Al volver a Mansión Armonía, Belén se metió a la cocina y preparó la cena para su hija con sus propias manos.
Para cuando estuvo lista la comida, ya eran las ocho de la noche. Justo cuando se sentaban a la mesa, Fabián llegó del trabajo.
Camila, la empleada, al ver entrar a Fabián, se sorprendió un poco y luego se apresuró a sonreír:
—Señor, qué bueno que llegó. Ahora mismo le sirvo la comida.
Hacía mucho que el señor y la señora no comían juntos. Camila, al notar la ocasión, también se sintió animada.
Cecilia, al ver a su papá, se comportó de lo más obediente:
—Papá.
Fabián contestó, y luego dirigió la mirada a la mesa llena de platillos. Finalmente, sus ojos se posaron en Belén.
Camila y la niña ya le habían hablado, pero Belén no le dirigía ni una palabra. Su actitud era distante, casi como si Fabián fuera un extraño más en la casa.
Fabián no podía evitar que el recuerdo de hace dos años se le viniera encima, cuando llegó de improviso y encontró a Belén y Cecilia cenando juntas, platicando, riendo. Belén se esmeraba en atenderlo, le servía más comida y le contaba anécdotas graciosas de su hija.
Ahora, en cambio...
Ella ya no era la misma.

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: De Esposa Desechable a Cirujana Renacida
Faltan muchos capitulos y a los que hay les falta parte del texto. Asi es imposible. Te gastas dinero para leer u te toman el pelo....