Ese grito silenció de golpe todos los murmullos sobre Tobías.
Al escuchar a Frida, Fabián, Edgar y Lucas salieron corriendo del salón.
Belén también la oyó. Instintivamente, soltó la comida que tenía en las manos y corrió hacia afuera.
Alejandra, alarmada, la siguió.
Un grupo de personas llegó al patio trasero del recinto y se separaron para buscar a Cecilia.
Belén estaba desesperada; ya no sabía si las gotas que corrían por su cara eran sudor o lágrimas.
Miraba a su alrededor, corriendo y gritando con angustia:
—¡Cecilia! ¿Dónde estás? ¡No asustes a mamá, contéstame por favor!
Pasó por el área de juegos y la alberca, pero no había ni rastro de Cecilia.
La angustia la consumía; lágrimas y sudor se mezclaban en su rostro.
Fabián también llegó a ese lugar. Al ver a Belén, se quedó un momento paralizado.
—¿Encontraste a Cecilia? —le preguntó Belén, desesperada.
Fabián también estaba angustiado.
—Todavía no —respondió, negando con la cabeza.
La desesperación de Belén creció. Sin pensarlo, le gritó:
—Fabián, si a Cecilia le pasa algo, ¡te juro que me las pagarás!
Todo su cuerpo temblaba de ira; sentía que las piernas apenas la sostenían.
Fabián, al ver que estaba a punto de caer, la sujetó.
—Tranquila, ya mandé gente a buscarla. Seguro estará bien.
Belén forcejeó para soltarse, pero al no poder, se quedó quieta, vencida. Las lágrimas, sin embargo, no dejaban de caer.
Miraba a todas partes, deseando ver aparecer la pequeña y alegre figura de su hija.
Pero a dondequiera que miraba, no había ni rastro de Cecilia.
De repente, escucharon ladridos de perro a un lado y una voz que lloraba y gritaba:
—¡Mami, mami, ayúdame!


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Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: De Esposa Desechable a Cirujana Renacida
Faltan muchos capitulos y a los que hay les falta parte del texto. Asi es imposible. Te gastas dinero para leer u te toman el pelo....