—Fabián, Cecilia está así, ¿y tú todavía defiendes a Frida?
Fabián desvió la mirada, evitando sus ojos llenos de rencor.
—Solo digo la verdad —respondió con voz neutra—. No puedes afirmar con tanta seguridad dónde se contagió. Si ya pasó, ¿por qué te aferras tanto a los detalles?
Belén se llevó una mano al pecho. Sentía un dolor agudo, como si le clavaran agujas. Respiró hondo un par de veces para calmarse.
Miró a Fabián y le preguntó con una calma escalofriante:
—Tú siempre dices que yo no soy una buena madre. Y tú, Fabián, ¿acaso tú eres un buen padre?
Al oírla, Fabián se giró y la miró fijamente.
—¿Qué quieres decir?
Belén solo sonrió con frialdad.
—Nada. Piénsalo bien, Fabián. Si de verdad solo quieres tener esta hija, más te vale que tengas un poco de conciencia.
Dicho esto, antes de que Fabián pudiera responder, la puerta de la habitación se abrió.
La enfermera salió con el carrito, sudando.
—Ya está puesta la vía y el suero. Por favor, quédense aquí a vigilar. En un rato volveré a tomarle la temperatura.
—Gracias —dijo Belén con voz ronca.
Luego, abrió la puerta y entró.
Fabián la siguió.
Cecilia estaba boca abajo en la almohada, con la cara manchada de lágrimas y los ojos hinchados como duraznos. Ya no lloraba, pero su cuerpo todavía se estremecía con pequeños sollozos.
Belén se sentó al borde de la cama y, mientras le arreglaba el pelo húmedo de sudor, le preguntó:
—¿Estás un poco mejor?
Al oír la voz de Belén, Cecilia parpadeó y las lágrimas volvieron a rodar por sus mejillas.
Pero no dijo nada, solo siguió sollozando en silencio.
A Belén no le importó. Tomó su manita regordeta y la examinó.


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Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: De Esposa Desechable a Cirujana Renacida
Faltan muchos capitulos y a los que hay les falta parte del texto. Asi es imposible. Te gastas dinero para leer u te toman el pelo....