De Esposa Desechable a Cirujana Renacida romance Capítulo 371

Belén sentía que Tobías se esforzaba mucho por demostrarle que era un buen hombre.

Como no sabía qué responder, optó por el silencio.

Tobías no la presionó. Sabía que ella aún desconfiaba de los demás y que, además, estaba enferma, por lo que no debía decir cosas que la incomodaran.

Así que no dijo nada más.

Después de que Belén terminó de comer, Tobías le sirvió agua caliente y se aseguró de que se la bebiera.

Poco después, la fiebre volvió a subir.

Le dio un antifebril y ella se quedó dormida.

Esa noche, Tobías no pegó un ojo.

Se quedó junto a la cama, secándole el sudor, poniéndole y quitándole la cobija constantemente.

No fue hasta el amanecer, cuando el cielo apenas comenzaba a clarear, que Tobías, sosteniendo la mano de Belén, se quedó dormido apoyado en el borde de la cama.

Descansaba sobre la cama del hospital y, por su altura, la postura no era nada cómoda.

Pero estaba tan cansado y somnoliento que se durmió al instante.

En su duermevela, Belén sintió que alguien le apretaba la mano con mucha fuerza, como si quisiera rompérsela.

El dolor la hizo abrir los ojos y vio a Tobías, dormido junto a la cama, aferrado a su mano como si temiera que se fuera a escapar.

Intentó mover la mano, pero Tobías no se despertó; al contrario, giró la cara en su dirección, acercándose aún más, tanto que con un ligero movimiento sus rostros se tocarían.

Lo observó detenidamente: su nariz recta, sus facciones bien definidas, sus pestañas densas y la forma perfecta de sus cejas.

Un rostro así debía haber cautivado a innumerables jovencitas.

Y sin embargo, Tobías, con su fama de mujeriego, estaba ahí, a su lado, cuidándola.

El corazón de Belén se llenó de dudas.

¿Cómo era posible que un hombre como él, a quien no le faltaba nada y mucho menos mujeres, estuviera haciendo todo eso?

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