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De Esposa Desechable a Cirujana Renacida romance Capítulo 43

La sirvienta corrió hacia la cama y le preguntó en voz baja:

—Señorita Cecilia, ¿qué le pasa?

Al ver que era la sirvienta, Cecilia lloró aún más fuerte.

—¡Quiero a mi papá, quiero a mi papá!

Golpeaba la cama con más fuerza y pataleaba sin parar.

La sirvienta intentó abrazarla.

—Señorita Cecilia, el señor ya se fue. Dijo que la señora la llevaría al kínder. ¿Quiere que la ayude a prepararse?

Cecilia vio las manos de la sirvienta, todavía manchadas de grasa, y las apartó con asco.

—No quiero que me abraces, ¡quita tus manos sucias de mí!

La sirvienta retiró las manos y trató de calmarla.

—Entonces, señorita Cecilia, por favor, no llore más. Cuando regrese la señora, ¿quiere que ella la prepare?

Cecilia giró la cara, llena de resentimiento.

—No quiero que ella me prepare.

La sirvienta, desesperada, suspiró.

—Señorita Cecilia, la señora salió con el señor abuelo. La prepararé yo primero, y cuando ella vuelva, podrá llevarla al kínder, si no, va a llegar tarde.

La sirvienta era muy paciente y le hablaba con un tono infantil, tratando de engatusarla. Pero Cecilia no escuchaba nada.

—¡Lárgate, no necesito que me cuides, tú no eres mi mamá!

Sin más opciones, la sirvienta tuvo que llamar a Fabián.

Él respondió de inmediato.

—¿Qué pasa?

La sirvienta, con la frente perlada de sudor por los nervios, le explicó:

—Señor, la señorita Cecilia se despertó llorando y no me deja que la prepare. ¿Por qué no… llama a la señora para que vuelva pronto?

Fabián, al oír eso, preguntó con un tono ligeramente ansioso:

Cecilia se resistió visiblemente.

—Pero yo…

—Ya está decidido —la interrumpió Fabián.

Las palabras que Cecilia estaba a punto de decir se quedaron atascadas en su garganta por la firmeza de su padre. Cabizbaja, no tuvo más remedio que responder:

—Bueno.

—La llamaré para que vuelva ahora a llevarte. Si no quieres hablar con ella, no lo hagas. Al fin y al cabo, es tu madre, tiene una responsabilidad contigo, y llevarte al kínder es parte de su deber.

—Ok —dijo Cecilia—. Entendido, papá.

Fabián colgó y de inmediato llamó a Belén. El teléfono sonó, pero nadie contestó.

En ese momento, en el hospital, Belén estaba en consulta. Tenía el celular en silencio y ya había llegado un paciente a su consultorio.

Al ver que Belén no contestaba, Fabián pensó que tal vez no había llevado el celular al salir con el abuelo, así que no insistió. No importaba por qué razón Belén ya no trataba a Cecilia con tanto cariño, pero al fin y al cabo, era su hija; no podía abandonarla.

Con eso en mente, le envió un mensaje de texto.

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