Afortunadamente, los Soler no le habían dicho que no la querían.
Era pasada la medianoche cuando regresó a la mansión Soler. Acababa de estacionar el carro cuando vio una figura en la entrada, caminando de un lado a otro, con aspecto ansioso. Se quedó perpleja un momento hasta que, poco a poco, reconoció a Leandro.
Leandro también la vio. Se detuvo y, sin decir palabra, la observó en silencio mientras ella se acercaba. Cuando estuvo cerca, seguro de que estaba bien, se dispuso a entrar en la casa.
Pero en ese momento, Belén lo llamó.
—Hermano.
Leandro se detuvo en seco.
—¿Qué quieres? —preguntó con voz áspera.
Belén no pudo más. La congoja que sentía se magnificó de repente y se abalanzó sobre Leandro, abrazándolo y sollozando.
—Solo los tengo a ustedes. No me dejen, ¿por favor?
El corazón de Leandro se hizo un nudo. Le dio unas palmaditas en la espalda y le acarició el cabello suave y largo.
—¿Hasta ahora te das cuenta de tu error? —dijo, con un tono que mezclaba dolor y resignación.
Belén hundió el rostro en el pijama de Leandro, que olía a detergente, y le limpió las lágrimas y los mocos.
—Fui una tonta. No aprendo si no me doy de topes contra la pared. —Su llanto era entrecortado.
Leandro ya no tuvo corazón para regañarla.
—Ya no llores. Lo que no es para ti, nunca lo será. Forzar las cosas solo te hará sufrir a ti misma.
—Ya lo entendí —dijo Belén, negando con la cabeza—. Solo me preocupan papá y mamá.
—No te preocupes, yo hablaré con ellos.
Belén asintió, sin poder dejar de llorar.
Leandro le secó las lágrimas con el pulgar.
—Te ves muy fea cuando lloras, ya no llores.
Belén apenas pudo esbozar una sonrisa.
—¡Voy a ganar una estrellita roja, voy a ser la número uno, sí!
Después de gritar, corrió de regreso a la mansión Soler. Dolores le sonrió a Belén.
—Rosario ya tenía planeado que fueras. Está muy contenta de que hayas aceptado.
—Sí, con tal de que Rosario esté feliz, iré con ella.
Dolores notó que Belén estaba preocupada y adivinó que era por los problemas con Cecilia, así que cambió de tema.
—Belén, vamos a casa. No hay nada que no se pueda superar, la familia está contigo.
—Sí —respondió Belén con una sonrisa.
Al día siguiente, Belén llegó muy temprano al hospital. Había cambiado su turno con un colega y volvería a atender en la consulta externa. Su especialidad era la cirugía pediátrica, por lo que no solía tener muchos pacientes.
Sin embargo, a las nueve de la mañana, llegó un paciente adulto. El hombre llevaba cubrebocas y sombrero, y estaba tan abrigado que era imposible distinguir su rostro. Belén revisó la computadora, pero no encontró ningún registro de cita. Pensó que se había equivocado de consultorio y estaba a punto de decírselo cuando el hombre se quitó el cubrebocas de golpe.
Al ver su rostro, Belén se levantó de un salto, aterrorizada.

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: De Esposa Desechable a Cirujana Renacida
Faltan muchos capitulos y a los que hay les falta parte del texto. Asi es imposible. Te gastas dinero para leer u te toman el pelo....