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De Esposa Desechable a Cirujana Renacida romance Capítulo 62

¿Cómo podría estar tranquila?

Después de eso, Belén perdió el apetito. Estaba muy preocupada por Cecilia. Hugo, al notar su desánimo, no dijo más.

Terminada la comida, salieron juntos del restaurante. En la entrada, se cruzaron con dos personas: Edgar Guzmán y Lucas. Belén los vio, pero no dijo una palabra; simplemente los rodeó y se fue. Hugo la siguió.

—Oye… pero… ¿qué mosca le ha picado? —dijo Edgar, mirando cómo se alejaba Belén, completamente desconcertado.

Lucas, a su lado, se encogió de hombros.

—Ni idea.

En su memoria, Belén era como un chicle pegado al zapato. Si se los encontraba, se les pegaba, todo con tal de ver a Fabián. Pero ahora, ¿simplemente se había ido? Edgar no podía creerlo y no paraba de preguntarle a Lucas:

—¿Esa era Belén? Seguro que me he equivocado, ¿verdad?

—Vamos, Fabián debe estar esperando —lo apuró Lucas.

Edgar, empujado por Lucas, seguía preguntando:

—Pero, ¿Belén no nos vio? ¿O se le ha ido la cabeza?

Edgar no paró de preguntar hasta que entraron al reservado y vio a Fabián. Solo entonces se calmó un poco. Pero en cuanto empezaron a comer, no pudo contenerse más. Acercó su silla a la de Fabián y le preguntó en tono misterioso:

—¿A que no sabes a quién acabo de ver?

A Fabián no le gustaban las adivinanzas, así que respondió con desinterés:

—¿A quién?

—¡A Belén, tu esposa! —exclamó Edgar.

Fabián ni siquiera se inmutó. No respondió y siguió comiendo. Edgar, sin embargo, se exasperó.

—Fabián, ¿sabes qué? ¡Me ignoró! Antes, cuando me veía, casi se me pegaba para preguntarme por ti. Pero ahora, ¡me ignoró! Como si se hubiera convertido en otra persona. ¿Alguien le ha echado un mal de ojo o qué?

—No lo sé —respondió Fabián con indiferencia, sin dejar de comer.

—Belén quiere tanto a Fabián que no le sería infiel —intervino Lucas, tratando de calmar a Edgar—. No pienses tanto, no te hagas películas.

Edgar le lanzó una mirada fulminante a Lucas y luego se dirigió a Fabián.

—Si no quieres ocuparte de esto, déjamelo a mí, hermano.

Fabián, harto de la conversación, se levantó, tomó su saco y se dirigió a la salida del reservado.

—No te preocupes, hermano, me encargaré de que todo salga a la perfección —dijo Edgar mientras Fabián se iba.

—Como quieras —fue la única respuesta de Fabián.

Con el visto bueno, Edgar se sintió con libertad para actuar. Le envió un mensaje a uno de sus subordinados: «Investígame a alguien».

En poco tiempo, el informe de Hugo llegó al celular de Edgar. Hay que admitir que su currículum era impresionante. Pero atreverse a ponerle los ojos encima a la mujer de Fabián… eso no estaba bien.

Edgar le dio una orden a su subordinado: «Bórralo del mapa en el mundo de la medicina».

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