Al oír la mención de su nombre, Génova se volvió hacia Natasha sin expresión alguna. Imaginó que Mauricio y Natasha irían al evento, pero desde que él le pidió que se disculpara en la mansión, Génova decidió olvidarse del hombre. A partir de ese momento, Mauricio no significaba nada para ella; solo era su exmarido.
Génova sonrió cortésmente antes de tomar a Ernesto por el brazo y acercarse a saludar a Natasha, quien justo giró, como por instinto, para mirar a Mauricio. El hombre se fijó a Génova con sospecha en la mirada; parecía que también estaba desconcertado y aún se sentía un poco culpable por lo sucedido. No podía creer el cambio de imagen que había sufrido la joven, ni que estuviera con otro hombre a tan solo horas del divorcio.
Aun así, tenía que admitir que la Génova que tenía delante de él lucía arrebatadora; su corazón latía a toda velocidad al verla. En tres años de matrimonio, nunca hubiera imaginado que su esposa podría lucir tan hermosa. «¿Será que ahora está con Ernesto? Esta mañana nos divorciamos, ¿y ya está con otro hombre? ¿Tan rápido?».
Mauricio estaba confundido y su expresión distante se acentuó, lo que lo llevó a un arrebato de ira. Continuó con la mirada clavada en Génova mientras la pareja se acercaba a él; esperaba a que le diera una explicación razonable, sin embargo, cuando estaban a unos pasos de él, giraron para hablar con el director ejecutivo de Winsor y lo ignoraron. «¿Ernesto también es hostil conmigo?».
La expresión de Mauricio era cada vez más sombría y Natasha comenzaba a tensarse. Se estaba preparado para provocar a Génova, pero también la habían ignorado a ella, así que no tuvo más remedio que tragarse sus palabras.
La hermana pequeña de Mauricio, Sharon, también estaba en el banquete. Había estado tomando champán en el salón, pero se acercó al oír el alboroto en la entrada del hotel. Se dirigió hasta dónde estaba Natasha y le dio una suave palmadita en el hombro.
—Natasha, ¿cómo consiguió entrar esa z*rra?
A Natasha se le iluminó la mirada al ver a Sharon y susurró:
—¿Lo sabías, Sharon? Génova y Mauri se divorciaron esta mañana. ¿Quién iba a pensar que encontraría a otro hombre que la mantuviera tan rápido? ¡Bravo por ella!
Sharon frunció el ceño.
—Es mi excuñada y la persona más engreída de la familia Britos.
Al oír aquello, la expresión de Ernesto se tornó más distante. Aunque Génova se había inclinado para hablar con Ernesto, no susurraba en absoluto, por lo tanto, Sharon oía todo lo que decía la otra mujer, y la forma íntima en que la pareja interactuaba no hacía más que avivar su ira. Sin embargo, tenía ante sí a un hombre apuesto, así que controló sus expresiones faciales y fingió darle un consejo a Ernesto con toda la bondad de su corazón:
—Señor, no se deje engañar por esta mujer. Estuvo casada y no es una mujer de alta sociedad. Solo es una mentirosa que creció en un orfanato; una mujer calculadora que incluso solía tener una relación con mi abuelo. Ella... ¡Aaaah!
Se oyó una bofetada seguida de un chillido y toda la sala quedó en silencio. Sharon se llevó la mano a la mejilla y miró a Génova con los ojos abiertos por la sorpresa.
—¡Me pegaste!

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Deuda de amor