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Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 1026

Samanta tembló de pies a cabeza ante la amenaza oculta en las palabras de Gaspar. ¿A qué se refería con eso?

¿Acaso estaba diciendo que tarde o temprano haría que el Grupo Báez quebrara?

Esa idea le hizo perder el equilibrio por un instante. Observó con detenimiento al hombre frente a ella, y supo, con absoluta claridad, que si él decidía hacer algo, era capaz de llevarlo hasta las últimas consecuencias.

—Gaspar, me equivoqué. No debí decirle esas cosas a Micaela… te lo suplico, por favor, no te metas con la empresa de mi papá, ¿sí? —Samanta se aferró con desesperación a la manga de Gaspar, la mirada llena de súplica.

Gaspar apartó el brazo en seco, con una expresión impasible, y en sus ojos solo pasó un destello de repulsión.

Sin dignarse a mirarla, Gaspar dirigió la mirada hacia el corredor por donde Micaela acababa de desaparecer. Su voz sonó cortante, como un golpe seco.

—Guarda tus jueguitos y tus intrigas. Si te atreves a meterte otra vez entre Micaela y yo, te juro que el Grupo Báez va a desaparecer de Ciudad Arborea.

Samanta sintió cómo el miedo le trepaba por el pecho ante esas palabras. Con la voz a punto de quebrarse, balbuceó:

—Gaspar, no puedes hacerme esto… ya entendí, en serio. Por favor, por lo que hice por tu mamá, por esos diez años que le doné sangre, déjanos en paz… no arruines el Grupo Báez, te lo ruego… ¡no arruines a mi papá!

Cuando volvió a intentar sujetar su brazo, Gaspar se apartó con una rapidez cortante, irradiando una frialdad tan lejana que parecía imposible de alcanzar.

—Vete de aquí —arremetió Gaspar, sin mirarla ni una sola vez más. Dio media vuelta y se alejó, el cuerpo erguido, la espalda tensa, sin una pizca de vacilación. Samanta se quedó petrificada, incapaz de moverse.

El arrepentimiento la invadía por haber provocado y tratado de separar a Micaela. Pero, al mismo tiempo, una punzada de satisfacción le atravesó el pecho: al menos había logrado herir un poco más a Micaela.

Secándose las lágrimas, Samanta salió a paso rápido en busca del baño más cercano para recomponerse.

...

Apenas acababa de entrar a uno de los cubículos con su bolso cuando percibió las voces de dos enfermeras que también entraron al sanitario.

—¿Viste? El cabello de don Gaspar se ve mucho más canoso… ¿te imaginas si un día amanece con la cabeza toda blanca?

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