Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 1027

En ese momento, se escucharon unos golpecitos en la puerta. Micaela levantó la mirada y dijo con voz tranquila:

—Adelante.

Gaspar empujó la puerta y entró. Al oírlo, Micaela alzó la vista y frunció ligeramente el entrecejo.

Al ver a la mujer serena sentada frente al escritorio, Gaspar sintió cómo algo pesado se le instalaba en el pecho.

—Micaela —comenzó, y su voz sonó tensa, como si le costara trabajo sacar las palabras—. Todo lo que dijo Samanta hace un rato, puedo explicarlo.

—No hace falta —respondió Micaela mirándolo de frente, sin ningún titubeo—. Lo que pasó antes, mejor dejarlo atrás.

Aunque su tono era tranquilo, esa calma lastimaba más a Gaspar que cualquier insulto. Sentía como si le apretaran el corazón hasta dejarlo sin aire.

Micaela cerró la carpeta que tenía en las manos y continuó:

—Desde tu punto de vista, no hiciste nada malo. Entiendo que hiciste lo que hiciste por tu mamá, por tu hermana, incluso por Pilar. Pero lo que hayas arreglado con Samanta, eso ya no tiene que ver conmigo.

Gaspar dio un paso al frente, con la mirada fija en ella, buscando en sus ojos alguna señal de emoción, aunque fuera la más mínima.

—Si no tienes nada más, te pido que no me interrumpas. Necesito terminar el plan de tratamiento para tu mamá.

La forma en que lo echó fue tan clara, tan directa, que no dejó lugar a dudas.

Gaspar se quedó observando la expresión distante de ella. Todas las explicaciones que había preparado se le atoraron en la garganta. En ese instante entendió que ya daba igual lo que dijera; para Micaela, cualquier cosa que saliera de su boca sonaría a justificación vacía.

No era que no confiara en él, era que, en el fondo, ya no le importaba.

Gaspar soltó un suspiro, sintiendo que por dentro solo quedaba un enorme vacío.

—Está bien —fue lo único que logró decir, con la voz un poco ronca—. Haz lo tuyo.

Dicho esto, se dio la vuelta y salió de la oficina.

...

Al poco rato, Adriana llegó corriendo a la oficina de Gaspar.