Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 1122

Gaspar apenas giró el rostro. Bajo la luz, su mirada la barrió con frialdad, y en sus facciones se notaba una pizca de fastidio por haber sido interrumpido.

—¿Qué quieres?

La voz de Samanta tenía un matiz de autodesprecio.

—Estuve a tu lado durante diez años, donándote sangre para tu madre durante diez años, y al final, ¿ni siquiera te dignas a mirarme? Solo quiero saber, ¿en qué soy inferior a ella?

Gaspar finalmente se giró para mirarla. Su mirada era como una cuchilla forjada en acero frío que se clavó en ella.

—Tú no tienes derecho a compararte con ella.

Samanta soltó una risa fría y dolida.

—¡Qué cruel! Pero ya no me interesa tu amor. Yo, Samanta, sin ti, Gaspar, todavía tengo a alguien que me ama y me cuida. Voy a vivir muy bien.

Gaspar no parecía tener intención de prestarle atención; era evidente que sus palabras le entraban por un oído y le salían por el otro.

Samanta sonrió con amargura.

—¿Ni siquiera te da curiosidad saber por qué estoy con Leandro?

—Esa es tu elección, no tiene nada que ver conmigo —dijo Gaspar con una voz carente de emoción.

Samanta lo observó de perfil fijamente, como si tratara de encontrar en su rostro el más mínimo indicio de que le importaba, aunque solo fuera enojo hacia ella. Pero no había nada. Bajo sus espesas pestañas, su mirada estaba tan tranquila como un estanque de agua estancada.

Samanta respiró hondo, apretó los dientes y dijo, palabra por palabra:

—Gaspar, algún día pagarás por tu actitud de hoy.

Gaspar apartó la mirada con indiferencia y se giró para mirarla.

—¿Terminaste?

Samanta se quedó perpleja por unos segundos. Al siguiente instante, su actitud de total indiferencia la enfureció por completo. Se agarró el vestido y dio un paso adelante.

—Gaspar, ¿acaso no tienes corazón? Diez años… hasta a un perro le tendrías cariño, y yo soy una persona. ¿Cómo puedes ser así…?

Desde su ángulo, Samanta vio una figura vestida de blanco que se dirigía a la terraza. Era Micaela.