Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 1153

Lo que él quería era simplemente sacar del juego a un empresario con un historial tan turbio como el de Néstor, para que no siguiera haciendo de las suyas en el mundo de los negocios. La quiebra de la familia Báez no solo era un resultado, sino también una advertencia para los demás.

—Entendido, señor Ruiz. Entonces, procederemos con los asuntos restantes según los protocolos comerciales estándar.

—De acuerdo —respondió Gaspar secamente.

Enzo entendió. El jefe había logrado su objetivo. Las migajas que le quedaban a la familia Báez ya no le interesaban. La tormenta que se había desatado sobre el Grupo Báez podía, por fin, calmarse.

***

A la mañana siguiente, la noticia principal de la sección de finanzas era la liquidación por quiebra del Grupo Báez.

El artículo detallaba la situación de la empresa con un lenguaje sumamente cuidadoso.

Sin embargo, en el mundo de los negocios, todos los que tenían un nombre sabían perfectamente quién estaba detrás de todo aquello.

De repente, una corriente de tensión empezó a fluir bajo la superficie del sector empresarial.

Y todas las miradas apuntaban, sin lugar a dudas, a una sola persona: el nuevo presidente de la cámara de comercio, Gaspar.

Sumado al hecho de que la familia Báez no tenía un historial limpio y que, antes de cotizar en bolsa, había crecido a base de prácticas dudosas, su liquidación fue una señal clara para todos. Durante su mandato en la cámara, cualquiera que intentara desafiar las reglas, jugar sucio, y sobre todo, atreverse a meterse con él, debía entender las consecuencias.

Este suceso, sin duda, hizo que algunos de los empresarios más veteranos reevaluaran a este joven presidente de la cámara y consideraran cómo debían relacionarse con él en el futuro. La caída del Grupo Báez era, sin lugar a dudas, la señal de que iba a poner orden en el mundo de los negocios.

***

Las tormentas del mundo empresarial no afectaban la vida de la gente común, y mucho menos se sentían en el riguroso ambiente de la investigación científica.

Últimamente, la carga de trabajo de Micaela había aumentado, pero al mismo tiempo, los avances en su proyecto traían buenas noticias.

A la hora del almuerzo, en la cafetería, Micaela se encontró con Zaira Molina, quien había traído a sus estudiantes para usar uno de los laboratorios.

—Mica, hace como dos meses que no nos vemos. Escuché que volviste al laboratorio de interfaz cerebro-máquina —dijo Zaira. Estaba más delgada, pero se la veía con buen ánimo.

—Sí, mis próximas investigaciones se centrarán en eso —respondió Micaela con una sonrisa.