Micaela se detuvo un instante.
Había visto a esa chica antes. Aunque solo había sido una vez, le había dejado una impresión muy profunda. Era la piloto llamada Belén Acevedo. La última vez que la vio, en el hospital, lucía radiante y llena de vida. ¿Cómo era posible que ahora estuviera en una silla de ruedas?
El director Ismael terminó su llamada y se acercó. Al ver hacia dónde miraba Micaela, suspiró.
—Es la nieta de un viejo amigo. Era una piloto con un futuro muy prometedor. ¡Ay, qué lástima!
Micaela no pudo evitar preguntar:
—Director Ismael, ¿sufrió un accidente de vuelo?
La mirada de Ismael se dirigió hacia Belén, y su tono se volvió sombrío.
—Sí, un accidente de vuelo la dejó con las piernas paralizadas —dijo. Luego, miró a Micaela con esperanza—. Pero si tu proyecto de la Interfaz Cerebro-Máquina tiene éxito, es muy probable que en el futuro se puedan curar por completo sus lesiones.
Micaela sintió que se le cortaba la respiración. Volvió a mirar a la chica en la silla de ruedas. Estaba hablando con la enfermera, y sus ojos seguían claros y brillantes, como si no se hubiera rendido ante el destino.
Micaela suspiró para sus adentros. Si su investigación realmente podía devolverle unas piernas sanas, estaba dispuesta a esforzarse al máximo.
—Micaela —continuó el director Ismael—, quería invitarte a cenar, pero ya será la próxima vez que vaya a Ciudad Arbórea.
Poco después, Micaela y Jeremías estaban en el carro de camino al aeropuerto, listos para tomar el primer vuelo de regreso a Ciudad Arbórea.
***
Llegaron al aeropuerto de Ciudad Arbórea a las ocho y media de la noche. En la zona de llegadas, Enzo los saludaba con la mano.
—¡Señorita Arias, doctor Leiva!
Un momento después, Franco también se acercó.

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