Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 120

Ramiro tomó el contrato y lo hojeó hasta llegar a la página de transferencia de derechos.

—Aquí está, fue tu papá quien autorizó que Gaspar tuviera la muestra de donante. La donación es completamente legal.

Micaela sintió cómo las lágrimas se agolpaban en sus ojos. Miró fijamente esa hoja: el nombre de su papá estaba ahí, la firma inconfundible.

¿Por qué? ¿Qué clase de truco usó Gaspar para que su papá le cediera la muestra de su mamá? ¿Lo amenazó? ¿Con qué pudo haberlo presionado?

Micaela cerró los ojos y, al hacerlo, una lágrima resbaló por su mejilla. Recordaba que su papá había platicado varias veces con Gaspar en aquellos años, todo por su boda. ¿Será que...?

¿Será que esa fue una de las condiciones para que él aceptara casarse con ella?

Dejó el contrato sobre la mesa y apretó los puños con fuerza.

—Voy a ir a buscarlo y le voy a sacar la verdad. Mientras yo viva, no le voy a permitir que use la muestra de médula de mi mamá sin mi permiso. No lo voy a dejar, jamás.

—Mica... —intentó detenerla Ramiro, pero ella salió del cuarto y azotó la puerta, dejando un silencio que pesaba más que cualquier palabra.

Ramiro se quedó ahí, con el corazón encogido. Sabía que al contarle la verdad, Micaela no lo iba a soportar.

Y, efectivamente, así fue.

...

Micaela tomó su bolso y bajó hasta el estacionamiento. Subió a su carro y arrancó sin titubear. Hundió el pie en el acelerador y salió disparada rumbo al centro, al edificio más imponente de la ciudad: la torre del Grupo Inversiones Ruiz.

Al llegar al lobby, se dirigió sin dudar hacia los elevadores, determinada y con la mirada encendida. Una señorita de recepción, atenta, se adelantó para detenerla.

—Señorita, ¿a quién viene a ver?

—Voy a ver a su jefe, Gaspar. —La voz de Micaela temblaba de rabia.

—¿Tiene cita previa?

—Soy su esposa. No necesito cita.

—¿Usted es la señora Ruiz? —La recepcionista la miró de arriba abajo, con los ojos bien abiertos. Micaela tenía un porte elegante y una belleza que no pasaba desapercibida, pero aun así le costaba creer que se tratara de la famosa señora Ruiz.

Sobre todo después de aquel escándalo donde una fan obsesionada intentó acercarse a Gaspar. Por esa razón, la administración había dado la orden de no dejar pasar a nadie sin cita.

—Lo siento, si no tiene cita, no puedo dejarla pasar a ver al señor Gaspar —insistió la recepcionista, esta vez con firmeza.

Micaela, con la cabeza hirviendo de coraje, recordó que tenía el número de Enzo en su celular. Se alejó hacia el área de los sillones y marcó.

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