—¡Papá, es mi papá! —susurró Pilar, emocionada, con los ojos brillando de alegría.
Ramiro la miró y le hizo una señal de silencio con el dedo.
—¿Por qué no dejas que tu papá le entregue primero el premio a tu mamá?
Pilar asintió, comprendiendo, mientras sus enormes ojos seguían la escena en el escenario, llena de felicidad.
Micaela ocultó cualquier emoción que pudiera traicionar lo que sentía por dentro; Gaspar hizo lo mismo. Ahora, con una sonrisa de reconocimiento, Gaspar le extendió la mano a Micaela.
—Felicidades.
Micaela le devolvió una sonrisa discreta y le estrechó la mano. Gaspar sostuvo su mano por unos segundos antes de soltarla.
En ese momento, la señorita encargada de recibir a los invitados se acercó con una bandeja. Gaspar tomó el trofeo y se lo entregó a Micaela, quien lo aceptó con naturalidad.
Después, Gaspar se colocó al lado de ella, ambos frente a las cámaras. Los fotógrafos no perdieron detalle de ese instante, inmortalizando la escena donde sonreían juntos.
—Agradecemos al Sr. Gaspar por entregar el trofeo a la Srta. Micaela —anunció el presentador—. Ahora, invitamos a la Srta. Micaela a compartir unas palabras de agradecimiento.
Gaspar bajó del escenario con una elegancia que parecía innata y regresó a su asiento. Detrás de él, la voz de Micaela resonó clara y firme, llenando la sala.
Mientras Micaela hablaba, Gaspar destapó una botella de agua y bebió, sin apartar la vista del escenario. Su mirada era tan intensa como un cuchillo afilado, imposible de ignorar; en sus ojos se mezclaba la curiosidad con la sorpresa.
A su lado, Samanta apenas podía disimular su incomodidad. Observaba a Micaela desde la distancia y, aunque intentaba mantener la compostura, por momentos su expresión se tensaba y se veía forzada.
¿Cómo era posible que Micaela fuera la autora del medicamento especial? Ni siquiera había terminado la universidad y llevaba seis años dedicada al hogar. ¿De dónde sacó la capacidad para desarrollar un medicamento capaz de combatir un virus global?
Samanta no pudo con la incertidumbre y giró para mirar a Gaspar. Lo vio tan absorto en Micaela, con la mirada tan profunda, que sintió un escalofrío y una punzada de alarma.
—Gaspar, voy a salir un momento —le susurró, tratando de sonar tranquila.
Gaspar sonrió, como si nada pasara.
—Está bien.
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