Justo cuando las puertas del elevador del piso veintisiete se cerraban, Gaspar le dijo a Micaela:
—Gracias.
Micaela vio cómo se cerraban las puertas, y no pudo evitar sentir algo. Había notado la disculpa y la concesión de Gaspar, pero las heridas del pasado eran demasiado profundas. Hay cosas que simplemente no tienen una segunda oportunidad.
Por ejemplo, el amor que Micaela sentía por él, su pasión y ese corazón que hacía mucho tiempo se había apagado para él.
Podían ser amigos, socios, la relación entre un inversionista y quien recibe la inversión, pero lo único que no podían ser era esposos.
Micaela llegó a casa y le avisó a Sofía que no le preparara comida, pues saldría. Luego, subió a su estudio para trabajar.
A las once y media, Micaela recibió un mensaje de Ramiro. Bajó y, mientras pensaba en sus asuntos de trabajo, vio de pronto una figura familiar que se acercaba: era la señora Montoya, la madre de Jacobo Montoya.
Micaela se preparó para saludarla, pero notó que la señora Montoya parecía no haberla visto. No fue hasta que Micaela estuvo a su lado que ella levantó la vista de golpe y, tras observarla unos segundos, finalmente la reconoció.
—¡Micaela, eres tú! —la saludó sonriendo, y luego se quejó de sí misma—. ¡Ay, esta memoria mía! Cada día está peor. ¿Puedes creer que se me olvidó el celular en casa otra vez? Justo ahora iba de regreso a buscarlo.
Micaela notó que la mirada de la señora Montoya no tenía el brillo de antes y que los signos de la vejez eran más evidentes. Hacía más de medio año que no se topaban, a pesar de vivir en el mismo residencial.
—Fui yo quien la asustó —dijo Micaela con una sonrisa de disculpa.
—¿Sigues muy ocupada con el trabajo? Cuídate mucho. Mira que a mí la memoria ya me falla cada vez más —dijo la señora Montoya. En ese momento, su empleada doméstica se acercó corriendo—. Señora, aquí está su celular, se lo traje.
Micaela le sonrió a la señora Montoya.

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Divorciada: Su Revolución Científica